Mujeres bien delineadas, pero falla el suspenso
Dos años atrás, Alejandra Marino había debutado bien en la ficción, con una comedia loca y triste de buen elenco (Mimí Ardú, Norma Pons, Liporace, Victoria Carreras). El año pasado salió al encuentro de las mujeres que trabajaron con Eva Perón, hoy nonagenarias. El resultado se llama «Las muchachas», un documental emotivo. Y también salió en busca de un nuevo desafío, hacer una historia de amigas que ocultan un par de secretos. Eso es lo que ahora vemos, bajo un título llamativo y con una locación ideal para pasar las vacaciones y/o cometer algún crimen.
Se trata de una casona centenaria en lo alto de un camino serrano bien selvático. Por ahí viven, en esta historia, un vecino que luce elevado pero es de muy bajas costumbres, y una mujer que cayó muy bajo y trata de levantarse. El tiene familia que viene a visitarlo, y perversiones sexuales que gusta mantener activas. Ella tiene una hija quinceañera más o menos obediente, y una vieja amiga que viene a visitarla. Mejor dicho, a ver si puede socorrerla. Y de paso sacarse un entripado que guarda desde la adolescencia.
No contamos más, pero aclaremos que, como las amigas tienen sus secretos, las cosas no son exactamente como el lector puede sospechar en un comienzo. Y que la película tampoco es exactamente como hubiera sido de esperar. Pinta bien a esas mujeres que fueron medio «hipponas» en su juventud, y en ellas habrán de reconocerse unas cuantas espectadoras que hoy disimulan frente a sus hijas, o no saben blanquear ciertas cosas. Lo que no pinta del todo bien es el clima de suspenso dramático que parecía servido en bandeja pero la realización no tensa de modo suficiente. Por suerte, errores y limitaciones se equilibran con buenos caracteres y un paisaje impresionante. A la cabeza del reparto, Victoria Carreras y la uruguaya Roxana Blanco. En lo alto del cerro, y casi coprotagonista, una hermosa «maison» de Villa Nougués, Tucumán. Se la regaló un empresario a su esposa, por haberle dado una hija allá en 1918. Pero ésa es otra historia.