La ambición desmedida suele ser mala consejera, y en El siervo inútil, cuyo título remite a una conocida parábola bíblica, el que sufre las consecuencias de su propia falta de escrúpulos es Luca, empleado de una inmobiliaria que pretende construir un housing en viejos terrenos del ferrocarril en la provincia de Córdoba y ante las lógicas exigencias legales, intenta avanzar igual gracias a la posible gestión de un político que obviamente no será desinteresada.
Si hay algo que llama la atención en esta ópera prima de Fernando Lacolla, cineasta cordobés hasta ahora había dirigido dos cortos de ficción y algunas series documentales para Canal Encuentro, es su capacidad para sintetizar, a través de un discurso cinematográfico tan claro, directo y eficaz en sus ideas fuerza como sofisticado en términos visuales, una mirada aguda en torno a los múltiples temas que cruzan el relato: la codicia -que aquí incluso funciona como el combustible tóxico que alimenta la relación entre el protagonista y su pareja, la hija del hombre para el que trabaja, además-, los negocios turbios que involucran al sector privado con la política indecente, la falta de empatía con el otro -sobre todo cuando ese otro está en inferioridad de condiciones- y finalmente ese extravío irreflexivo al que se entrega el confundido personaje que Federico Liss interpreta con una precisión quirúrgica, comprometiéndose a fondo en un trabajo que es un sostén importantísimo para esta película sobria y contundente.