La revolución empieza en la cama
La liberación sexual es una de las materias pendientes de esta especie de rescate emotivo de los ’60 y ’70 que el mundo ha emprendido en los últimos tiempos, forzado por la crisis, y que la Argentina tuvo el dudoso privilegio de anticipar en 2001. El significado del amor trata de poner en la agenda de la actual neosensibilidad revolucionaria el tema del sexo y su poder para transformar a las personas.
Dos vidas, dos generaciones, dos historias se cruzan en esta comedia romántica de tono ingenuamente político, que sin embargo resulta atractiva, a fuerza de ingenio narrativo y personajes simpáticos. El título original francés, Le nom des gens (El nombre de las personas) alude a que él posee uno de los nombres más repetidos en francés (Arthur Martin, como las cocinas) y ella un nombre único (Baya Benmahmoud).
Arthur es un ecólogo veterinario especialista en detectar señales de epidemias en animales muertos. Maduro y atildado, es hijo único de una familia que oculta que sus abuelos maternos fueron víctimas de los nazis. Baya es una chica alborotada y sexy que cambia de trabajos como de vestidos. Hija de un padre árabe inmigrante y de una madre activista, se autodefine como puta. Se encuentran por azar y ella hace lo primero que hace con todo hombre formal: lo invita a la cama. Pone en práctica la teoría de que el sexo es un arma para convertir a fachos en progresistas.
En vez de seguir la línea de menor resistencia que sería presentar los infinitos obstáculos que afronta una pareja de este tipo para consolidar su amor, lo que propone el director Michel Leclerc es mucho más satírico y ambicioso: abre el foco para mostrar cómo la historia de Francia del siglo XX incide en cada uno de los enamorados. Pese a la posición inconmoviblemente optimista y maniquea de fondo, los recursos narrativos logran que la película viva en cada escena con algo más interesante que la política: un buen relato.