Baya, un huracán de hormonas
La actriz Sara Forestier le pone especial encanto a una comedia de altas ambiciones, en algún punto contradictorias. Sin embargo, la fórmula funciona por momentos muy bien.
Es ambicioso lo que El significado del amor se propone: fusionar la comedia romántica clásica con la moderna, metiéndose con la clase de cuestiones con las que, se supone, a una comedia no le conviene meterse. Las secuelas de la Shoah, por ejemplo. Pero también la memoria histórica en general, el abuso infantil, la estigmatización étnica, la derechización de la sociedad francesa actual, la extranjería como condición esencial del ser humano y hasta la pregunta sobre una posible convivencia pacífica entre árabes y judíos. Convivencia erótica y amorosa, tratándose de una comedia romántica. ¿Logra consumar esas ambiciones la película dirigida por Michel Leclerc? Y si lo hace, ¿a qué precio, pagando qué costos? Son preguntas que parece pertinente hacerse ante un film que en Francia fue todo un éxito de boleterías y en Argentina, más allá de las diferencias de escala, está también en condiciones de serlo: en términos de comedia, El significado del amor funciona, muy bien por momentos.
Como es frecuente en Woody Allen (a quien Leclerc reconoce como máximo referente), la película coescrita por el realizador y su pareja, Baya Kasmi, narra la relación entre un tipo grande y una veinteañera. Una de esas relaciones que, de acuerdo con la más pura tradición genérica, de entrada parece inconcebible. Después también. Descendientes lejanos de Grant & Hepburn en La adorable revoltosa, Arthur Martin (Jacques Gamblin), metódico científico cuarentón, trabaja en la Oficina Nacional de Epizootias, mientras que Baya Benmahmoud (Sara Forestier) es una suerte de revolución ambulante. Revolución sexual, sobre todo. Abusada de pequeña, Baya cree que no le quedaba otra que ser pedófila o puta: “Elegí puta”. Más precisamente, lo que ella llama “puta política”. Hija de un exilado argelino y una militante setentista, Baya –convencida de que en Francia hasta los negros son fachos– adhiere, por lo visto, a una variante promiscua de la evangelización, consistente en convertir derechistas encamándose con ellos.
Prisionera del rigor de las simetrías durante por lo menos el primer tercio de metraje, a esa herencia familiar de Baya se contrapone la de Arthur. De niña, su madre (la veterana Michèle Moretti) sobrevivió a la Shoah, no así sus abuelos. La cerrada negativa de la señora Cohen a recordar su pasado da por resultado que, cuando el hombre les presenta a la nueva novia a sus padres, la chica no pueda mencionar que la carne la cocinó al horno, por ejemplo. ¿Banalización o legítimo tratamiento humorístico del tema? Cada vez que la madre de Arthur se queda con la mirada perdida en algún punto del pasado, la puesta en escena es como devorada por un agujero negro. Contrariamente, en más de una ocasión la sobrecarga de cuestiones históricas, políticas y existenciales de la mayor gravedad se siente como incrustada, en medio del loco entusiasmo que Baya contagia al módico Arthur y a la película entera.
En una escena como de Milo Manara, Baya se pasea por París en pelotas totales, debido a que su distracción la hizo salir de casa sin ponerse el vestido. No es fácil conciliar esa clase de bienvenidos exabruptos visuales con las referencias a los campos de concentración o el propio abuso que sufrió la muchacha. Difícilmente el público masculino vaya a hacerse esa clase de cuestionamientos ante el arrebato hormonal llamado Sara Forestier. Conocida por Juegos de amor esquivo, la chica es un verdadero fenómeno, y no sólo físico. Dueña de una presencia cinematográfica de esas que aparecen muy cada tanto, es una lástima que ella, el realizador o ambos hayan considerado necesario reforzar su seducción a fuerza de mohínes. Visto en Laissez passer, de Tavernier, y Bellamy, de Chabrol, Jacques Gamblin está, en cambio, perfecto, en el papel del circunspecto epidemiólogo. Sobre todo en una escena en la que debe cargar todo el peso de un cisne muerto, en el preciso momento en que le comunican un deceso bastante más trágico y cercano.