Comedia francesa que es más inteligente de lo que parece
Original, dinámica y más inteligente de lo que parece, esta comedia francesa se resume de dos modos: una linda y fastidiosa criatura quiere cambiar la mente de los «fachos» acostándose con ellos, uno por uno, hasta que conoce a alguien más complejo de lo que creía, o una pareja cuenta su historia y la de sus respectivos padres, sacando a luz asuntos de silencio generacional, denuncias también generacionales, integración, e identidad nacional. En ambos casos, la menuda Sara Forestier se desnuda encantadoramente y arrasa con medio mundo.
Dicho con detenimiento, ella es hija de un argelino que sufrió la guerra y otros males sin quejarse y una hippie pacifista pero de carácter agresivo, y él es hijo de un técnico nuclear que parece que siempre fue viejo y una sencilla judía criada en un orfanato cristiano. Nunca hablan del pasado, ni el argelino que sufrió la guerra ni la judía que vio cómo su padre era llevado a la muerte en la otra guerra. Tampoco su marido habla de esas cosas. Por su parte, la hija del argelino y la hippie tiene todo resuelto aunque no entienda nada y sea más atropellada que la madre. Paradójicamente, decidió su propósito en la vida poco después de haber sido víctima de un abuso infantil. Ahora quiere abusar de la paciencia del hijo del técnico, un especialista en autopsia de patos y gansos.
¿Se entiende cómo viene la mano? En la película es más fácil, y además los mismos personajes la van explicando a cámara de modo bien ingenioso. Claro que nuestro público igual puede perderse alguna explicación, porque, ¿quién quiere leer los subtítulos cuando esa chica se está cambiando la ropa delante de uno? (y eso, cuando anda con ropa).
Por suerte, en ese sentido, las reflexiones más jugosas las dan el actor Jacques Gamblin y, en participación especial, el ex primer ministro socialista Lionel Jospin. Ciertamente no faltará quien ponga el grito en el cielo ante algunas cosas que se dicen. Qué vamos a hacerle, no todo puede ser «políticamente correcto» en la vida de los ciudadanos, y tampoco en la de los personajes.