Un triángulo amoroso, una vieja rivalidad masculina, una comunidad vulnerable, un depredador suelto. Tensiones que se tramitan en el escenario de la selva misionera: barro colorado, espesura verde, cuerpos transpirados.
Un guardaparque, de esos que se ocupan y preocupan por todo (Pablo Echarri), vive con su mujer (Mora Recalde), médica sensible que cuida a la población autóctona como si fuera su familia. Pero ella también siente atracción por el heredero de un terrateniente (Alberto Amann), lo que suma dificultad a un enfrentamiento, entre los dos hombres, que viene de largo.
El director Martín Desalvo consigue armar con estos elementos un thriller sólido, sobre todo por el vigor que transmiten las secuencias de acción, en esos exteriores abrumadores, con los personajes vagando alertas, en el borde del estallido violento, cruzándose con situaciones que apuntan los problemas del desmonte y la devastación medioambiental, el abandono social y la continuidad de las más crudas divisiones sociales.