Sangre del monte.
Desde el comienzo del film se genera la posibilidad de un conflicto bien establecido al plantar una rivalidad entre el guardaparques Ismael Guzmán (interpretado por Pablo Echarri) con Orlando Venneck (Alberto Amnann), un adinerado terrateniente que poco le interesa la prohibición de cazar dentro del parque. Y si bien uno de los problemas es que Venneck haga caso omiso a la autoridad, el conflicto mayor es la presencia de la pareja de Guzmán: Sara Voguel (Mora Recalde), una médica que trabaja recorriendo las distintas comunidades aborígenes de la zona.
Y es que en realidad el problema no será su presencia, sino más bien el romance que supo tener la doctora con Orlando en su juventud; formando así un triángulo amoroso que poco a poco irá sembrando un camino de ida hacia una violencia desmedida.
Es así como el director Martín Desalvo va construyendo un relato que en ningún momento decae o necesita del típico estereotipo héroe contra antagonista. El director nos deja en claro que sabe cómo utilizar los elementos y recursos para que el film adopte la característica de un western contemporáneo, dándole así el ritmo necesario a esta película que, dentro de los conflictos ya mencionados, sabe cómo navegar entre tópicos como el machismo predominante de la zona, la explotación de mujeres y niños aborígenes, y la impunidad de las familias más poderosas, como resulta ser el caso de Orlando Venneck.
Mucho para destacar y poco para criticar, y dentro de ese poco se encuentra el paupérrimo acento de los actores, el cual de forzado lo tiene todo. Aun así, no es suficiente piedra para obstaculizar el camino de una película que, en conjunto con un guion impecable, y con una hermosa fotografía, logra un desarrollo excelente y finaliza de una manera aún mejor. Un film que pide ser visto en salas de cine.