Mar del Plata 2016: casas, fantasmas, fugas y rebeldías. Una vez superada cierta debilidad inicial –incluyendo una discusión familiar resuelta de manera convencional–, El silencio va desenvolviendo un secreto con pudor y sutileza, hasta arribar a un final muy emotivo, en el que no sobran gestos ni palabras. En el medio, la rutina de trabajo por la que van comprendiéndose o conociéndose los personajes de Alberto Ajaka (notable) y el debutante Tomás del Porto (conmovedor en las escenas en las que llora en silencio) es un ejemplo de cómo pueden expresarse sentimientos con sobreentendidos y sin subrayados. El film de Castro Godoy (venezolano residente en Santa Fe), que dejó a los espectadores sensibilizados, trae a la memoria, por momentos, el film de Pablo Giorgelli Las acacias (2011).