Otra de valientes soldados en problemas
Es difícil arriesgarlo con el diario del lunes –o del jueves, en este caso–, pero si El sobreviviente se hubiera realizado en el momento apropiado, se hablaría aquí de una película quizás no buena, pero sí al menos interesante, sintomática del estadio emocional de la sociedad que la concibe. Pero el opus siete de Peter Berg (con el directo a DVD El reino como principal antecedente en el cine de acción) llega con el 2014 ya instalado, convirtiéndose así en un film cargado de un espíritu ontológicamente caduco debido a la contingencia actual del mundo audiovisual y “real” circundante. Porque pasó mucho cine dispuesto a poner en perspectiva las causas y consecuencias de la patriada bélica en Irak y Afganistán (desde Redacted hasta La ciudad de las tinieblas, pasando por el díptico de Katryn Bigelow Vivir al límite y La noche más oscura) y, por sobre todo, porque la guerra contra el terrorismo iniciada después del 11 de septiembre ya no es aquello que supo ser hace ocho, nueve años atrás: un film cómodamente asentado en el maniqueísmo y la exaltación del espíritu sacrificado de los Seals deja resabio a poco y, fundamentalmente, a viejo.
Lo anterior, no quita, sin embargo, que El sobreviviente funcione, al menos en sus mejores momentos, como una buena película de acción con un inusitado grado de fisicidad. Porque aquí los golpes duelen, y cómo. Pero para eso primero hay que soportar una larga secuencia inicial compuesta por filmaciones de entrenamientos reales, paradigmas de la camaradería y la autosuperación implicada en la pertenencia a la elite armada, además de la introducción personalizada de cada uno de los integrantes del grupo, cada cual más arquetípico que el anterior: el esposo devoto que llama a su casa, el novato dispuesto a todo con tal de empuñar la M-16, el superior a cargo copado pero responsable, etcétera. Ellos serán los encargados de llevar adelante una operación a priori sencilla: matar a uno de los tantos líderes talibán que pululan por el lugar. Líder talibán que es, por norma tácita, un ser despreciable y digno del escarnio yanqui, capaz de masacrar civiles sin prurito alguno.
El asunto se complica, claro está, y más pronto que tarde ellos estarán perdidos y aislados en un paisaje inhóspitamente selvático y rocoso. El grupo vagando en un terreno desconocido, temeroso ante la certeza de un ataque, le permite a Berg crear una tensión por la latencia de lo que vendrá antes que por la aislación presente. Después, lo inevitable: el rodeo de los enemigos, la caída progresiva de los soldados con discursitos de despedida acordes, la aparición salvadora de un civil más bueno e incondicional que Lassie y la supervivencia del líder del equipo, interpretado por un Mark Wahlberg al que la comedia canchera le sienta demasiado bien como para andar tan serio y moralista por la pantalla.