Los muchachos también lloran
Mark Wahlberg, Taylor Kitsch, Emile Hirsch y Ben Foster se disfrazan y juegan por casi cuarenta minutos de pura adrenalina, acción trepidante y exposición física a que son marines sofisticados y altamente preparados para soportar todo tipo de situación extrema en medio del conflicto bélico de Afganistán, donde gracias a los documentales valientes como Restrepo y Dirty wars –nominado al Oscar- se conocen las aberraciones que el ejército de la potencia más letal del planeta comete sobre poblaciones civiles, aldeas de pastores, bajo el pretexto de la lucha sin cuartel contra el terrorismo y el fundamentalismo talibán.
Por eso, despojado de toda profundidad o manifiesto antibelicista, el director Peter Berg construye una historia de épica heroica a partir de los hechos verídicos que uno de los sobrevivientes, Marcus Luttrell, interpretado por Mark Wahlberg, recoge en sus memorias, en las cuales el director de Battleship (2012) despliega sus obsesiones y su particular modo de patrioterismo y chauvinismo insultantes.
El comienzo de El sobreviviente condensa desde material de archivo sobre los duros entrenamientos de los Navy Seals, rostros de dolor y una incipiente muestra de sobre exposición de las cualidades heroicas de esos muchachos de pelo raso, las intenciones propagandísticas más allá de los méritos cinematográficos en la puesta en escena y en las secuencias de acción propiamente dichas.
Al relato central que demora en poner al grupo de cuatro soldados, que tienen la misión de asesinar a un líder terrorista que se esconde entre los civiles, a expensas de la suerte en la montaña y a merced de un nutrido y feroz enemigo que los dobla varias veces en cantidad y poder de fuego lo atraviesa una forzada estrategia de empatía emocional para que el público sufra el destino trágico de estos héroes de carne y hueso que están allí para velar por la libertad de los sojuzgados campesinos causada por los despiadados y malvados talibanes.
La acción no tarda en aparecer y la tensión cuando el pelotón pierde todo contacto con sus bases y debe sobrevivir día y noche en un terreno hostil, con escasas municiones, comida y un cartel de hombre muerto pegado en la frente si es que el rescate de los helicópteros Apaches no se concreta en la curva de tiempo estimada porque el enemigo no tiene piedad.
Repiqueteo de balas zumbadoras, caídas libres desde alturas inimaginables y fracturas expuestas son los condimentos físicos que Peter Berg resalta en este entretenido pastiche pro militar al que le sobran por lo menos cuarenta minutos de metraje y drama insulso, así como las cataratas de patriotismo que exuda en cada plano hasta el último aliento de su protagonista y bajo la prédica extorsiva de los créditos finales con la foto de estos muchachos que también lloran.