El Súper-Nosotros
El discurso estadounidense, en especial el más orientado a la versión militarista, suele construirse desde la descripción de un otro a quien temer, repudiar, odiar o incluso buscar cambiar. Pero suele ser más atendible e interesante cuando se aparta de esa concepción, vista en películas como La caída del halcón negro, Amenaza roja, Ataque a la Casa Blanca o Acto de valor, y se interesa por hilvanar un Nosotros, de carácter ideal e idealista. Un Súper-Nosotros, de base no sólo sociopolítica, sino incluso psicológica.
El sobreviviente viene a representar de manera bastante cabal esta última visión edificación discursiva y lo hace con unos cuantos puntos de interés. Lo realiza tomando un suceso real, que fue la fallida misión para capturar o matar al notorio líder talibán Ahmad Shah, en junio de 2005, en la que cuatro SEAL’s, encabezados por un tal Marcus Luttrell (Mark Wahlberg) quedaron totalmente aislados, haciendo lo imposible para sobrevivir. El título del film (Lone survivor significa “Unico sobreviviente”, lo cual se emparenta de manera bastante adecuada con el título puesto por la distribuidora en Latinoamérica) ya es toda una declaración de principios, no sólo narrativa -porque anticipa lo que se viene- sino también estética y política.
Al director Peter Berg, quien también escribió el guión, basado en el libro de Luttrell, apenas si le interesan los antagonistas en la medida que le permiten avanzar con el relato. En uno de sus films anteriores, El reino, la presencia de un Otro era uno de los ejes del conflicto, pero en El sobreviviente el foco es la historia de cuatro tipos tratando de volver a casa. Discípulo de Michael Mann como es -tengamos en cuenta que el realizador de Fuego contra fuego le produjo El reino y Hancock, además de darle un pequeño papel en Colateral-, su relato se sostiene primariamente en la descripción del profesionalismo de los cuatro soldados, con sus respectivos rituales, y el realismo de los tiroteos, donde el trabajo en el sonido y la fisicidad conseguida a partir de la concentración en las heridas que van acumulando los protagonistas, no sólo generan un impacto estético y formal, sino que promueven una inesperada empatía por parte del espectador
De esta manera, cuando El sobreviviente apuesta a la simpleza de su historia, a lo más elemental del compañerismo, al otro tan cercano que se convierte en uno con uno mismo, triunfa con total tranquilidad. De hecho, llega a generar tal cercanía con lo que cuenta, que el espectador, aunque sea absolutamente anti-estadounidense, anti-imperio, anti-Bush o lo que sea, se olvida de que lo que se está narrando es una típica y brutal operación de las Fuerzas Armadas estadounidenses, que encima salió mal. A esto ayudan las presencias no sólo de Wahlberg, sino también de Ben Forster, Taylor Kitsch y Emile Hirsch, quienes encarnan a los otros tres protagonistas, porque a pesar de ser estrellas hollywoodenses consiguen transmitir esa sensación de que son seres comunes y corrientes inmersos en circunstancias extraordinarias, que deben apelar a su formación militar y posicionamiento grupal para seguir adelante.
Por eso queda muy en evidencia lo innecesaria que es la bajada de línea ideológica, en especial a partir de la segunda mitad, sobre el accionar de los talibanes respecto a sus propios compatriotas y la necesidad de intervención por parte de la “Democracia” estadounidense. Ahí vuelve el típico delineamiento de una otredad superficial, que jamás es pensada a fondo, porque no hay en verdad un real interés por otorgarle entidad. Cuando El sobreviviente vuelve a ese Nosotros que se brinda por los demás, que no deja a sus compañeros atrás, a esa figura ideal que va a cualquier lado a luchar por nobles ideales, readquiere identidad. Una identidad cuestionable y con la que se puede estar en total desacuerdo, sí, pero compleja y digna, como los cuatro cuerpos sangrantes, rotos, moribundos de sus protagonistas.