En un momento en el que hay mucho cine que por apuntar a tantos públicos a la vez termina licuando cualquier interés, gracia y cohesión - Pikachu detective y demasiadas otras películas por el estilo-, un artefacto como El sol también es una estrella, de escasa sofisticación pero de narrativa asertiva y encuadrada en un plan de mayor concentración genérica, termina, al menos, recordando esa virtud cada vez más escasa: la capacidad de ser convincente.
El sol también es una estrella es una película romántica, que no quiere agregar mucho más al planteo de chico conoce chica, las señales del destino -a favor y en contra- y las decisiones y las dificultades y el enamoramiento.
Hay personajes con encanto, no hay maldad, hay idealización de la ciudad de Nueva York, no hay cinismo, hay ideas dichas con candidez, no hay burlas al género ni al tono elegido. Y hay gente convencida de contar, iluminar, musicalizar y actuar una de esas películas en las que no hay pretensión ni estafa alguna. Una historia de amor de una chica jamaiquina y un chico de origen coreano: cine simple pero orgulloso de su simplicidad; cine definible mediante su fidelidad al género.
Un poco soso y hasta atolondrado por momentos, es cierto; pero en un contexto de estrenos cuyas formas tienden a lo teratológico un film modesto puede volverse atractivo y hasta carismático, incluso portador de cierto resplandor fugaz.