Una vida en 24 horas.
Es un film orientado a todo aquel que tiene el corazón abierto a las opciones que brinda el destino; en este caso, un breve pero eterno instante que compartimos en este planeta. El amor no concibe explicación alguna y racionalizarlo resulta una lamentable pérdida de tiempo. A veces, la magia sucede y el universo alinea ciertos sucesos de manera tal que produce una reacción en cadena en donde cada uno de éstos resultará indispensable para el resultado final.
The sun is also a star (2019), basada en la novela de Nicola Yoon, dirigida por Ry Russo-Young, se desarrolla en Nueva York. Daniel (Charles Melton) y Natasha (Yara Shahidi) son dos jóvenes de realidades y pensamientos muy diferentes. Ella y su familia van a ser deportados y él tiene un conflicto interior con respecto a su formación profesional siguiendo mandatos familiares. En este contexto se conocen y se enamoran. Sin embargo, sin la intervención del destino, ambos probablemente nunca se hubiesen encontrado. Gracias a que él es un poeta de alma y ella amante de la astronomía, sus vidas están a punto de cambiar de manera radical.
¿Qué hay en común entre este chico romántico a punto de ingresar a la universidad y una adolescente de temperamento pragmático y jamaicana?
El film quizás sea un poco cursi y redundante en los tópicos que se tratan, y, aunque la narración resulte predecible y algo naif, está planteada de forma inteligente, con escenas y secuencias bien desarrolladas, buen manejo del ritmo del relato, diálogos oportunos y actuaciones acertadas; lo cual, junto a un buen manejo de la fotografía, locaciones adecuadas – como una contraposición de lo establecido vs. lo que intenta ser-, y una banda sonora acorde, cumple su cometido para cierto público al cual intenta dirigirse.
Es interesante la vuelta de tuerca a la clásica historia romántica adolescente norteamericana, al tratar temas tan delicados como la discriminación, los problemas de los inmigrantes y el choque cultural que se produce en el seno de las propias familias donde los hijos se encuentran cercanos y más apegados a la cultura estadounidense, debiendo lidiar con posiciones tradicionalistas e inflexibles de sus progenitores.
El mensaje más preponderante es siempre recordar abrirle el corazón al destino, y no alarmarse por llegar tarde, porque nunca se sabe lo que el destino nos tiene preparado.
Todos están tan “ocupados mirando al frente” que sólo ella miró hacia arriba y entonces él la vio por primera vez…