Un chico y una chica se cruzan de casualidad, intercambian algunas palabras, se gustan mutuamente e inician un largo paseo por una ciudad llena de mística e historia. La sinopsis remite invariablemente a Antes del amanecer y el sinfín de películas posteriores que replicaron esa estructura narrativa. Siempre, claro, sin llegarle ni a los talones al film de Richard Linkater. A esa lista se suma ahora El sol también es una estrella.
Esta enésima adaptación de un best seller romántico para jóvenes adultos que se filma en Hollywood en la última década propone, según la sinopsis, “una historia moderna sobre cómo encontrar el amor contra todo pronóstico”. Los protagonistas son dos adolescentes hijos de inmigrantes cuyas perspectivas de vida son opuestas: mientras la jamaiquina Natasha (Yara Shahidi) está a un día de ser deportada junto a sus padres, Daniel (Charles Melton) se encuentra a punto de ir a una entrevista para ingresar a una facultad con miras a estudiar una carrera que no le interesa.
En ese contexto se conocen en plena calle e inician un recorrido a contrarreloj por una Nueva York filmada como si la directora conociera por primera vez la ciudad. Ese embelesamiento se condice con la superficialidad de un relato cuyos protagonistas no escapan a la construcción estereotipada: sus inquietudes son tan banales como sus diálogos, al tiempo que los agujeros del guión son presentados como meras vueltas del destino. Un destino empecinado en el triunfo de la corrección política y el amor interracial.