Hacer cosmética de la deportación
De la infinidad de formas de representar en la pantalla grande actualidad de los y las inmigrantes en Estados Unidos, El sol también es una estrella (The Sun Is Also a Star, 2019) elige la óptica inmadura y vacía, adolescente y romantizada, tanto política como narrativamente.
Natasha es una joven jamaiquina que será deportada en 24hs e intentará impedirlo, Daniel es descendiente de una familia de inmigrantes surcoreanos que aspira a aplicar a una prestigiosa universidad para satisfacer los deseos de sus padres. Ambos se cruzan de manera fortuita y viven un día de amor verdadero entre los relojes que les marcan la urgencia.
“Deus ex machina” anota en su cuaderno de poemas el joven aspirante a médico, a su vez la campera de Natasha tiene esta frase plasmada en su espalda. Eso es suficiente para introducirnos al desafío de Daniel de demostrar a toda costa que el destino existe y por sobre todas las cosas, el amor. Natasha acepta la apuesta de ser enamorada en un día a pesar de estar inmersa en una de las situaciones sociales más duras de la realidad actual norteamericana para los y las inmigrantes.
“Deus ex machina” se le llama a un error de guion en dónde algo mágicamente sucede y resuelve de manera forzada el conflicto y esta película está construida enteramente a base de estas resoluciones mágicas una y otra vez. No hay conflicto, es solo el suceder de una cita eterna. Con diálogos y jugueteos entre la vergüenza ajena y el ridículo.
Por supuesto que para contar esta historia se eligió que ambos actores sean los más hegemónicamente bellos de su etnia y que todas las imágenes sean cosméticas, limpias y luminosas, como para reforzar una realidad a cientos de años luz de la verosimilitud. Una mirada social demasiado pasada por blanqueador.