Entretenido delirio animado para adultos
Un largo de animación argentino no destinado al público infantil es algo realmente atípico, y Ayar Blasco, con este original «El sol», ya va por el segundo (el primero fue «Mercano el marciano» que realizó junto a Juan Antín). En su primer trabajo de larga duración en solitario, este animador más lunático que sus propias creaciones luce totalmente desencadenado, lo que redunda en una larga serie de escenas alucinantes revestidas del humor negrísimo, totalmente absurdo y por momentos realmente eficaz y divertido que viene caracterizando sus cartoons desde la ya lejana época de la serie «El niño malcriado».
En todo caso, este Ayar Blasco libre de todo tipo de ataduras logra algo tan raro como un largometraje animado «sólo apto para mayores de 16 años», de corte apocalíptico, pero con humor y personalidad criollos de pura cepa. Basta decir que en un momento culminante aparece la escoba hechizada de la secuencia «El aprendiz de brujo» del clásico de Disney «Fantasía» bailándose un regio malambo.
Ahora, si bien «El sol» da lugar a delirios de todo tipo, especialmente hacia el desenlace, lo cierto es que tiene un argumento bien definido, que empieza con los primeros síntomas del fin del mundo, al menos desde el punto de vista argentino. Algo así como que la gente empieza a tener tan mala onda que hasta los payasos insultan a los niños que deben entretener, algo temible cuando el Piñón Fijo de turno está doblado por el Dr Tangalanga, que se hace cargo de varios personajes, y mandó a decir formalmente a través de su representante que sólo aceptaba participar de la película si lo dejaban decir malas palabras.
El caso es que en ese mundo postholocausto nuclear, unos exploradores buscan más vida humana o similar y se encuentran con un lugar llamado Poblar, donde políticos corruptos se esfuerzan por la reproducción humana, acosados por una tribu de caníbales, «Los Bontos» y unos extraños mutantes que realizan espectáculos teatrales (escena donde el director aprovecha para infiltrar personajes famosos del comic nacional).
También hay una historia fabulosa sobre la evolución de las papas (es decir el tubérculo con el que se suele hacer puré) en ese mundo deforme, y este detalle sólo bastaría para justificar la visión de esta película extraña, muy breve y muy divertida.
Pero aparte están los antológicos rosarios de juramentos de Tangalanga, una muy buena actuación vocal de Sofía Gala -tambien está, más brevemente, la voz de Divina Gloria- y los paisajes formidables del apocalipsis según Ayar Blasco. Eso sí, el final hiperpsicodélico merece más explicaciones que el de «2001, odisea del espacio», y está destinado, sin dudas, al más serio cine debate.