Supongamos que usted se encuentra con un amigo. Un buen amigo, o sea alguien de sus afectos. Éste le cuenta que está en una situación terrible (o inmejorable, para el caso es lo mismo). Seguramente usted se interesará por saber cómo llegó a esa situación, cómo la está llevando y, probablemente, cómo seguirá adelante. Son preguntas que nos salen en forma natural, espontánea. Bien. En el cine pasa lo mismo. Si alguien registra imágenes será natural querer encontrarles un sentido, algo que nos lleve a construir el universo que se nos propone para poder creer en el y luego dejarnos llevar.
La película El sol tiene poco de esto. Propone un lugar post apocalípsis, guerra nuclear o devastación. Narración mediante, a cargo del Dr Tangalanga, entendemos que todo se fue al tacho y parece que Buenos Aires está desierta. En ese contexto Once (voz de Jorge Sesán) y Checo (voz de Sofía Gala), dos jóvenes sobrevivientes, andan por el mundo sin rumbo, puteando mucho y hablando con impronta callejera. Están recorriendo caminos mientras se van encontrando con diversos personajes.
Algunos dificultan un poco la cosa, otros pasan por allí y salen algunos chistes. Sólo en esto y en una supuesta incorrección política se apoyan los realizadores Ayar Blasco y Martín Castro para salir al ruedo con una película animada en Flash 2D, la técnica más básica que existe Lo cual no tendría nada de malo si el guión estuviera mejor escrito. Muchos de los gags y situaciones están como fuera de timing, la música se torna por momento muy densa, poco acorde, y el trabajo de post producción es bastante flojo, comenzando por la mezcla de sonido que por su deficiencia hace disociar la actuación de voces de las imágenes.
Supongamos que soy yo y que “El sol” tiene un tipo de humor poco convencional, entonces probablemente los fanáticos de series como South Park (1999) puedan disfrutarla.