El apocalipsis fuera de norma
Ayar Blasco, director con Juan Antín de Mercano, el marciano , debuta como realizador solista con El sol , otro filme animado. Su punto más fuerte es la irreverencia: el desacato a normas cinematográficas e incluso sociales. Lo más débil: la dispersión de su trama. Pero claro: no le pidamos orden a alguien que decide crear, justamente, al margen de reglas y obediencias. Con pocos medios y mucho lirismo. En resumen: el que vaya a ver El sol no deberá esperar una película perfecta, ni siquiera redonda: sí rabiosamente imaginativa, libre, de a ratos graciosa, de a ratos oscura. Que sea de animación y sólo apta para mayores de 16 años dice bastante.
La historia, postapocalíptica, transcurre en una Buenos Aires brutal y desolada, en cuyos alrededores se mueven distintas tribus urbanas (y suburbanas) que sobrevivieron. Su lenguaje, central para darle el tono a la película, se basa en el insulto. O en los distintos modos de insultar, según las distintas franjas sociales y etarias. Para esto, el fime cuenta con el campeón mundial de la puteada: el Dr. Tangalanga, también conocido como Tarufetti, aquel viejo y compulsivo maestro de la broma telefónica. También se lucen, oralmente, Sofía Gala Castiglione, Jorge Sesán, Martín Piroyansky, Divina Gloria, entre otros.
Con una animación tan ingeniosa como sencilla (hecha en flash 2D, la más económica), El sol nos sumerge en el caos, la ferocidad, la incorrección política, el descontrol y la decadencia. La estética y el estilo ácido nos hacen pensar en series como Beavis and Butthead o South Park . Se destaca, entre humanos corruptos, mutantes, caníbales y temibles pandillas ecologistas, una fabulosa subtrama en torno de la evolución de las papas. Delirio, marginalidad, anarquía y, por qué no, bastante poesía.