[REVIEW] El Sonido de los Tulipanes.
El nuevo film protagonizado por Pablo Rago llega al cine y acá te contamos un poco de lo que te podés esperar.
El nombre no es exactamente el más atractivo para esta historia pero, para nuestra sorpresa, no es lo peor del film. Quizá es una forma un poco brusca de empezar, así que será mejor ir paso por paso.
El inicio es, en realidad, bastante prometedor. Tenemos una escena del crimen que se recorre con la cámara parte por parte antes de ampliar la toma y darnos un plano general del lugar donde ocurrió y se nos presenta al protagonista, Marcelo (Pablo Rago), quien está allí investigando un homicidio para el periódico en el que trabaja.
Lo primero que desconcierta fue la elección de celular del personaje. Suena tonto, ¿no? ¿El celular? Sí, el celular. Porque es un modelo muy específico que se usaba hace como 20 años. Pero me dije: «será un descartable o habrá una razón de fondo» y lo dejé pasar, porque era una cosa mínima para centrarme apenas empezaba el film (resulta que la historia transcurre durante el año 2001, en medio de la crisis, pero a eso llegaremos más adelante).
Pero a medida que avanzaba la historia, otras cosas más allá de la elección de telefonía móvil (y tecnología en general) fueron llamando nuestra atención. Y no exactamente para bien. Una de ellas es lo forzado que se sentía el diálogo en general. Esto es notorio principalmente con una escena donde el personaje de Rago se cruza con el de Roberto Carnaghi, que hace de su padre. Se da a entender que la relación entre ambos es tensa como mínimo, así que se lo atribuimos a eso. Pero no es el único. No importaba qué diálogo, todos se sienten igual de forzados. Y el efecto es enfatizado por el uso de vocabulario innecesariamente rebuscado. Como si las frases y conversaciones fueran sacados de un libro de hace cincuenta años, donde es todo propio, cuidado y desactualizado, lo cual generaba una sensación bastante bizarra de oír.
Lo segundo es la trama base de la historia. Como ya hemos mencionado en otras ocasiones, los clichés bien utilizados suelen resultar en buenas historias. Porque por algo son clichés: porque funcionan. Por el contrario, la situación actual es la opuesta. El cliché en cuestión es la típica «organización secreta y complot«. ¿Cuál es el principal problema? No parece haber un verdadero enemigo para la organización. Se da a entender que el padre de Marcelo Di Marco (Pablo Rago) les puede hacer frente, pero nunca se lo muestra como una amenaza en sí. En realidad, si hubieran dejado al viejo en paz, probablemente habría muerto de viejo y ellos no hubieran tenido problemas con los que lidiar.
Tercero, las actuaciones en sí mismas no están a la altura (la cual de por sí no es mucha, considerando lo que hemos mencionado sobre la historia). Todo se siente falso y, en teoría, no debería ya que son actores profesionales. Particularmente, Calu Rivero como Carolina es difícil de ver. Esto es debido a que el personaje es casi innecesario y porque ella se siente como si estuviera pensando diez veces cada movimiento, incluso respirar. Y ni hablar de Bertolini, interpretado por Gerardo Romano, cuyo personaje parece salido de un film de Bond de los primeros, con monólogos y todo. Si hasta en un momento le dice a alguien algo similar a «si yo los hago esperar, esperan«. Aunque en su caso particular podemos debatir si el problema es la caracterización del personaje o el personaje en sí.
Cuarto, y último, resulta que la película está ubicada temporalmente en el año 2001, durante la gran crisis que Argentina sufrió. El problema es que esto lo sabemos porque fuimos a buscar información extra sobre el film. Nunca se le da lugar en la historia, lo cual en restrospectiva, hubiera ayudado a entender algunos puntos. No significa que todos los aspectos del contexto tengan que estar detallados uno por uno, pero sí darle un marco claro al espectador, no solo celulares de hace casi 20 años.
Al final del film, la historia en su totalidad se siente como un proyecto estudiantil: poco cuidado, tenso y casi amateur. Fue, simplemente, predecible y poco entretenida. Nunca dudás del curso que va a tomar la historia y, para eso, es mejor quedarse viendo alguna vieja favorita.