Se supone que este thriller político-periodístico debería recordarnos los prolegómenos de la crisis de 2001, tal vez con la idea de que aquellos conflictos nos recuerden los problemas actuales. O tal vez no, ya que las teorías conspirativas del argumento no ayudan a armar una idea coherente sobre lo que sucede en esta insondable película.
El asunto es que el reportero, hijo de un periodista venerable, no logra ser considerado escritor, sobre todo por su editora ninfómana. Pero el asunto se complica cuando el patriarca intelectual muere en un episodio extraño que implica mucho más que lo que los medios querrían publicar.
La trama es mediocre, y los diálogos, por momentos, inaceptables. Pero lo que de vez en cuando redime el asunto son los actores. Empezando por Pablo Rago, que se las arregla para sostener lo insostenible en el papel del escriba que trata de renegar del legado de su padre Roberto Carnaghi. En algunas escenas cuasi surrealistas también se lucen Atilio Veronelli y Gerardo Romano.