El sonido de los tulipanes es una de esas películas en las que casi nada funciona. Intenta ser un policial con resonancias de la historia y la política argentina pero choca contra un muro de lugares comunes, malas actuaciones y escenas de acción que causan gracia.
Pablo Rago es Marcelo, un periodista de investigación peleado con el mundo. Un de sus vínculos complicados es con su padre (Roberto Carnaghi). Cuando el viejo muere, deja un misterio que involucra a una misteriosa organización, y Marcelo no tendrá más remedio que intentar resolverlo.
Mezcla entre el antiguo estereotipo del periodista bohemio y un detective de novela negra, Marcelo toma de una petaca, suele dormir en su oficina y es un seductor. En su vida no pueden faltar las apariciones de una mujer fatal (Calu Rivero) y de un villano siniestro (Gerardo Romano).
Poco puede hacer el elenco con un guion que pretende decir verdades y termina siendo una confusión cargada de frases huecas que equivalen a lo que puede repetir cualquier indignado hijo de vecino: “¡Qué barbaridad, todo está podrido!”.