El regreso del superhéroe adolescente
Peter Parker está más teenager que nunca: más agrandado e irresponsable, más conflictuado y culposo. Y listo para combatir a un nuevo villano, aparecido por obra y gracia de un guión tan inconstante como su protagonista.
Una precisa construcción de personajes, una cuidada arquitectura narrativa (pero sólo hasta que se descuida por completo), una resolución torpe y apurada y una decisión tan innecesaria como cuestionable marcan la nueva y dispar Hombre Araña. El más adolescente de todos los superhéroes, en El sorprendente Hombre Araña 2 Peter Parker está más adolescente que nunca. Esto es: más agrandado e irresponsable, más conflictuado y culposo, más obsesionado con la ausencia de la figura paterna. Al peso de una culpa que arrastra de la anterior se suma ahora la responsabilidad por una muerte mucho más cercana, tan brutal e inesperada como meramente funcional a la trama. Muerte cuyo duelo se supone inmenso, que dura apenas un par de secuencias. Tras él, el Hombre Araña está de vuelta en las calles de Nueva York, listo para combatir a un nuevo villano, aparecido por obra y gracia de un guión que empieza bien plantado y termina asesinando personajes por no saber qué hacer con ellos.
ESHA 2 revela qué causó la muerte del papá de Peter, personificado aquí por el regresado Campbell Scott. Por un fino detalle de guión –coescrito por Alex Kurtzman, Roberto Orci y Jeff Pinkner, venidos de la escudería de J. J. Abrams y sumados los dos primeros a la producción–, en esta historia de ocultamientos (de la identidad del héroe; de las verdaderas intenciones de la corporación Oscom), antes de morir el señor Parker deja un secreto oculto en una oculta estación de subterráneo, usada en su momento para trasladar secretamente a Franklin Delano Roosevelt. Más acrobático que nunca, Peter (Andrew Garfield) no se muestra tan grácil a la hora de lidiar con su novia, Gwen Stacy (Emma Stone). Chica independiente como la que más, para después de su graduación Gwen tiene planes que no coinciden con los suyos. Un conflicto que se plantea y los propios guionistas parecen no saber cómo resolver. Vaya si no lo saben.
En paralelo con ello, también la corporación Oscom tiene agenda propia, que no necesariamente armoniza con la de Harry Osborn, hijo y sucesor del fundador (adecuadísimo Dane DeHaan). Para no adelantar demasiado, anótese sólo que por un “rulo” temporal de la saga, la presencia de Harry, ex amigo de infancia de Peter, está llamada a entroncar esta quinta Hombre Araña con la primera. Mientras tanto, un accidente, el azar o el destino –arquitectos clásicos de la conversión de hombres comunes en superhéroes o supervillanos– harán de un modesto ingeniero eléctrico (Jamie Foxx) el nuevo némesis del héroe. Pero como no deja de ser el buen tipo que siempre fue –ahora capaz, como Hulk, de convertir su furia en un peligro para la ciudad–, Max/Electro no llega a encajar del todo en el papel del “malo”. Por lo cual ese rol vuelve a verse desplazado, como en la anterior, hacia la corporación.
Por una suma que en verdad resta, El sorprendente Hombre Araña 2 cuenta con tres villanos, ninguno de los cuales lo es del todo. Uno genera un sentimiento más próximo a la piedad que al miedo. Otro sale de la manga del guión, nada más que para arrancar a Parker del duelo. El tercero no llega a tiempo de ser el villano de ésta, quedando para la próxima. Privado de ser una contraparte fuerte para el héroe, el morocho Max pasa de la caricatura (a medio camino entre Jerry Lewis y Jar Jar Binks) a la empatía, a partir del momento en que la corporación, abusando de su ingenuidad, hace de él poco menos que una marioneta con superpoderes. A propósito, es otro fino detalle que este hombre sin ningún poder se fascine por dominar la electricidad, que en inglés se dice power. Gracias a otro acierto de guión, en el momento de su presentación como superpoderoso el pequeño hombrecito queda maravillado con su hipervisibilidad, que los gigantescos carteles eléctricos de Times Square amplifican y multiplican.
“No sos invencible”, se oye por allí, y ésa es la lección que deberá aprender Peter, muy pagado de sí mismo. La misma lección que viene aprendiendo desde siempre, pero parecería desaprender entre una película y otra. “Estás increíble”, le dice Peter a Gwen, y vaya si tiene razón. Tan rubia como en la anterior, pero con los ojos más grandes y redondos que nunca, la pelirroja Emma Stone está, efectivamente, increíble. Los guionistas deberían haber sido un poco más coherentes consigo mismos, con la chica y con los sentimientos del héroe, y no salir con un martes 13 como el que tienen reservado. Mazazo que, para peor, parecería afectar al héroe los minutos que tarda en aparecer, salido de la nada, un nuevo supervillano de puro relleno. Momento de volver a las andadas y dejar atrás el duelo, con más facilidad que lo que al eternamente adolescente Peter Parker le cuesta sacarse y ponerse el traje de superhéroe.