Nuestro amigo imaginario Roger Ebert -hoy sin maxilar inferior, producto de una serie de fascinantes intervenciones quirúrgicas- hubiese dado lo que no tiene con tal de poseer el medicamento regenerativo que convierte a Curt Connors en un lagarto gigante malaonda. Lamentablemente, la capacidad que tienen estos simpáticos animalitos de regenerarse (y volverse más potentes e inteligentes) no se trasladó a esta regeneración nada deslumbrante de aquélla trilogía dirigida por nuestro otro amigo imaginario, Sam Raimi.
Aún sin haber leído la historieta, podemos considerar que el factor cómico funciona como puntal preciso en esta historia particular, o al menos deseábamos que esa parte de la herencia de la trilogía de Raimi no se pierda en la nueva versión. Lamentamos confirmar que las situaciones más graciosas del film son involuntarias y la provocan los parloteos moralistas de Martin Sheen (el tío de Peter Parker), progenitor de Charlie Sheen, que en la vida real la bardea de verdad, no como Calamaro.
El cambio más radical (por llamarlo de algún modo) involucra a las telarañas: Las mismas ya no son eyaculadas de modo natural por Peter Parker, si no que ahora son unas cuerdas superpoderosas de fibra elástica que sirven para remolcar boeings y que deben salir bastante caras incluso con el descuento propio de quien las compra al por mayor y por metro. De todos modos, creemos que ese impedimento menor no involucra ningún problema para un superhéroe que consigue una caja de huevos orgánicos a las cuatro de la mañana y que -después de sufrir explosiones, golpes, caídas y quemaduras- se los entrega a su dulce tía sin que se le raye un solo cascarón.
El gran -y bonito- Andrew Garfield cumple con su personaje, y lamentamos mucho que el material con el que tuvo que trabajar nos resulte tan flojo. El villano no atemoriza (aquí tampoco pudo hacer demasiado Rhys Ifans, que nos gustó más haciendo de Vladis Grutas en Hannibal Rising) y carece tanto de la demencia descerebrada del Green Goblin de Willem Dafoe como de la maldad diplomática del genial Doc Ock de Alfred Molina. Se trata de un film en el que aún los villanos resultan ser buena gente y nadie muere, ni siquiera el ratero tatuado que se carga al tío de Peter provocando su sed de justicia. También nos resultó extraña la cantidad de ayuda que recibe el héroe durante el film. En la trilogía original, la ayuda de la gente surgía sobre el final del segundo rollo en Spiderman 2, y quizá después. En esta versión, el Hombre Araña necesita de la buena voluntad de su pareja + catorce operarios de grúas de altura + varios canas para derrotar a un malo que no parece demasiado alarmante, ni siquiera cuando amenaza con convertir a toda la ciudad en una gran incubadora de reptilicus.
Se trata de la primera entrega de una saga que nos entregará más capítulos en los tiempos que se avecinan. Es probable que la maduración del superhéroe y su historia quede para más adelante y allí la cosa se ponga interesante... aunque esto es un deseo, y no una presunción exacta. Esta entrega, como presentación suavecita del nuevo Peter Parker, a nuestro juicio no resultó del todo buena. Consideramos que la oportunidad se perdió en tres escenas de superacción chata que de tan montadas nos resultaron imposibles de seguir, dispuestas junto a algunos clips musicalizados que no se justifican por ningún sitio excepto por el "lucimiento" del 3D, y debemos admitir que incluso ese apartado no nos disparó la imaginación en ningún momento y nos dolieron bastante los 50 pesos invertidos. Esperamos la próxima entrega con el fuerte deseo de que se priorize el desarrollo intenso por sobre el cotillón innecesario.
NUEVA APOSTILLA: "Nos hubiese gustado que..."
1) ...que las telarañas las eyacule Peter Parker.
2) ...que Andrew Garfield abandone sus pequeños tics estilo Keyra Knightley.
3) ...que no existan los tiros de gracia, mucho menos si los ejecuta un cana.
4) ...que el héroe reciba menos ayuda.
5) ...que si van a mostrarnos una rata mutante superdesarrollada comiendo carne picada, que la dejen más de dos segundos en plano. Y que tuerzan el ángulo de cámara y que la banda sonora dispare coros femeninos degenerados, así extrañamos menos a Sam Raimi.