Más corazón que odio
El filme de Marc Webb es mejor contando el romance entre Peter Parker y su novia, que en su trama de suspenso y acción.
Pasó sólo una década desde la primera película de la trilogía de El Hombre Araña , que dirigió Sam Raimi. La última es de 2007 y cinco años suele ser un tiempo más o menos lógico para estrenar una cuarta parte. Pero El sorprendente Hombre Araña no es eso. Es lo que en los Estados Unidos llaman “reboot” y que acá se traduce como “relanzamiento” cuando en verdad a lo que más se parece es a uno de esos “reinicios” que se hacen cuando una computadora “se cuelga”.
No es la primera vez que se reinicia una saga de superhéroes (se hizo con Superman y con Batman en los últimos años), pero sí es la primera vez que se hace con tan poco tiempo de diferencia. La pregunta es: ¿para qué? ¿Hay una nueva visión sobre el personaje, tan distinta a la anterior, que amerite volver a empezar? La respuesta sería Sí y No.
El Hombre Araña 3 fue una película larga, confusa y extenuante que quitó mucha de la energía que todavía le quedaba a la saga de Raimi. Por eso el director Marc Webb prefirió hacer borrón y cuenta nueva, y no cargar ya con el peso acumulado de las anteriores...
En cierto sentido, hizo bien. Andrew Garfield es un Peter Parker más rico e interesante que el algo básico que encarnaba Tobey Maguire, y ni hablar de Emma Stone, una actriz con un magnetismo tal que amerita cualquier “reboot” sólo para justificar su incorporación. Entre ellos dos aparece algo que la trilogía no tenía: química emocional, personajes más complejos y humanos si se quiere.
Webb modificó algunas partes de los orígenes de Parker: aparecen los padres como otro eje de su trauma juvenil (además del famoso tío asesinado, que aquí lo encarna Martin “dentadura nueva” Sheen) y hay otras diferencias en cuestiones específicas (ver Parecidos...
). Pero, esencialmente, la diferencia principal es que Parker ya no es el nerd de Raimi/Maguire. Es un chico solitario, de skate y buzo con capucha, al que la araña y Emma “Gwen Stacy” Stone dan una inyección hormonal brutal.
Lo que no amerita demasiado el reinicio es, digamos, casi todo los demás. Visual y estéticamente la película no presenta un cambio tan radical como el Batman de Christopher Nolan lo fue al de Burton/Schumacher, ni el Superman de Bryan Singer lo era del de Richard Donner de los ‘70 y ‘80. De hecho, al ser la película más “realista” en lo que respecta a la vida emocional de los personajes, la parte de acción del filme -la lucha contra el temido villano Lizard/ Curt Connors (Rhys Ifans)- parece de otro filme, como una hora de película de superhéroes adosada de manera incómoda a otra sobre un romance entre adolescentes.
No es que la parte de acción sea mala. Webb se las ingenia para jugar con una cámara subjetiva que funciona muy bien en 3D para hacernos volar junto al Hombre Araña y, como hacía Raimi, incorpora al combate a los habitantes de Nueva York de una manera original y solidaria -lo mismo que a la propia Gwen, que no se queda en casa temiendo por su novio superhéroe-, pero uno tiene más ganas de volver a verlos a ellos sobre la tierra y no volando por el aire. O que si vuelan, que sea por otra cosa y no para destruir a un lagarto gigante que quiere acabar con todos los habitantes del planeta.