Clasisismo para retomar la esencia
Marc Webb vuelve a contar la historia del superhéroe desde el comienzo y logra mantener el interés, a pesar de que casi todo ya se había visto antes.
Buenos resultados da el refresh aplicado sobre la serie El Hombre Araña. Después de El Hombre Araña 3, donde a falta de motivación se apelaba a una multiplicación injustificada y dispersiva, El sorprendente Hombre Araña baraja y da de nuevo, recontando la historia desde el comienzo y poniendo a esta cuarta parte más cerca de las dos primeras. Aunque con diferencias, tanto en el modo de desarrollar la historia como en el estilo elegido para contarla. El Hombre Araña y El Hombre Araña 2 llevaban el sello de su realizador, Sam Raimi, ligado al comic, el desprejuicio humorístico y la falta de pretensiones propios de la clase B. Escrita por un terceto en el que reaparece, como en las dos anteriores, el octogenario Alvin Sargent –con el refuerzo de Steve Kloves, autor y director de Los fabulosos Baker Boys y guionista de todas las Harry Po-tter– y dirigida por Marc Webb (cuya carta de presentación fue la hipercool 500 días con ella), El sorprendente Hombre Araña muestra un clasicismo que no da la impresión de ser producto de la rutina, la medrosidad o el academicismo, sino de una convicción que se adivina tan sobria como férrea, logrando mantener el interés a lo largo de las dos horas quince minutos de proyección... a pesar de que casi todo lo que cuenta ya se había visto antes. Unica novedad, la aparición de un nuevo archirrival.
“En la historia de la literatura no hay más que un tema: el de la identidad”, dice con cierto exceso de explicitud una profesora, haciendo eco sobre una escena muy anterior, cuando durante un trámite de lo más banal el muchacho no encuentra una credencial identificatoria. No es ninguna novedad, sino el simple retomar la esencia de la serie y el personaje: la identidad de Peter Parker, superhéroe adolescente, se halla en plena transición. No por nada él mismo confecciona su traje, su máscara, su disfraz. Como tantos superhéroes creados por el historietista Stan Lee (no sólo los de X-Men), hasta tal punto llega su condición transicional que Peter Parker es un mutante. Así como lo es también, una vez más, su archienemigo. En esta ocasión, el Dr. Curt Connors, genetista manco que, en su ambición de recuperar el brazo perdido, ha venido investigando sobre la capacidad de regeneración de los reptiles.
De los sucesivos (o simultáneos, en el caso de El Hombre Araña 3) némesis de Spider Man, el doctor Connors (el carismático Rhys Ifans) es aquel cuya naturaleza es menos esencialmente negativa. El carácter especular de héroe y antihéroe se hace más visible: como a Peter, al Dr. Connors algo le falta, adolece de algo. Si Peter dividirá su personalidad entre la del “chico común” y el paladín de la justicia, a partir del momento de la mutación el Dr. Connors padecerá de esquizofrenia lisa y llana. Lo que los diferencia es que Parker usa sus nuevos poderes para reparar una pérdida (una de varias: no debe haber superhéroe más carente que el Hombre Araña), mientras que Connors, en la tradición del científico loco, busca la perfección de la especie humana. Aunque sea al precio de rociar a sus congéneres con un biotóxico, al mejor estilo del Guasón. En una simetría transparente entre ambos, el Hombre Araña anda en las alturas, los espacios abiertos, mientras que el superlagarto en el que se convierte Connors habita las alcantarillas urbanas, los túneles, el encierro.
“¿Un lagarto gigante anda suelto por Nueva York? ¿Quién te creés que soy, el jefe de la policía de Tokio?”, le pregunta el capitán Stacy (Denis Leary) a Peter, en el diálogo más cinéfilamente cómico de la película. ¿Que las casualidades parecen rodear a Gwen Stacy, compañera del cole de Peter, ayudante del Dr. Connors e hija del jefe de policía? ¿Que es un poco demasiado que el chico dé, así, medio à la sans façon, con la ecuación que el brillante genetista busca desde hace décadas y no encuentra? A suspender la incredulidad, señores, que la suspensión vale la pena. Con los efectos especiales y el 3D bien controlados y dosificados, el elenco de El sorprendente Hombre Araña es uno de sus puntos fuertes. Andrew Garfield, amigo de Mark Zuckerberg en Red social, luce nervioso y elástico, condiciones esenciales para el Hombre Araña. Con sus ojazos de animé y su sonrisa a rostro pleno, la pelirroja Emma Stone (rubia, aquí) es una máquina de traccionar la vista, reforzando el efecto con una combinación de mini y medias largas que puede llegar a volverse icónica. En el papel de los tíos de Parker, Martin Sheen y Sally Field representan una versión mejorada con respecto a Cliff Robertson (QEPD) y Rosemary Harris. La ausencia que más se siente es la de J. K. Simmons y sus one-liners a los gritos, en el papel de editor del Daily Bugle. Pero El sorprendente Hombre Araña compensa, con su homogeneidad de conjunto, esos eventuales hilos sueltos. Que de hilos va la cosa aquí, quién lo duda.