Un paladín que vuelve a nacer
Cuando Stan Lee comenzó a gestar desde la recién renombrada Marvel Comics (antes Timely/Atlas) lo que fue la denominada “Edad de Plata” de los superhéroes, tomó como premisa la idea del “héroe con debilidades”, superpoderoso pero constreñido por alguna falencia o situación. Así pensó en un millonario y genio en armadura, pero con una falla en el corazón que lo puede matar (Iron Man), o en otro caso los mutantes adolescentes perseguidos por la humanidad (los X-Men).
Así nació también una de sus más célebres creaciones, Spider-Man: un alumno de secundaria (que nunca fue demasiado popular) que al ser picado por una araña radioactiva adquiere varias de sus propiedades, y debe aprender a convertirse en héroe (el “héroe por accidente”, otro tópico de “The Man” Lee).
Ésa es la base del mito, y como tal, ha sido vuelto a contar en varias ocasiones por la propia Marvel, que siguiendo los pasos de la veterana DC Comics ha “recanonizado” las historias de sus personajes (incluyendo el renovado “Universo Ultimate”).
Esto es lo que se decidió hacer también en el mundo cinematográfico, volviendo a contar desde cero la transformación de Peter Parker en “El sorprendente Hombre Araña”: dejando atrás la trilogía dirigida por Sam Raimi y protagonizada por Tobey Maguire, se apostó por el “fresco” Marc Webb (director habitual de videos musicales, cuenta como única experiencia en largometraje a “500 días con ella”) y por Andrew Garfield para interpretar al héroe.
También se apostó por Gwen Stacy (personaje de la etapa clásica del cómic) como interés romántico en lugar de la habitual Mary Jane Watson, y al Lagarto como villano, si bien la aparición de la empresa Oscorp y el nombre de Norman Osborn anticipan la presencia del Duende Verde en la secuela.
Historias conectadas
El guión firmado por James Vanderbilt, Alvin Sargent y Steve Kloves, sobre historia de Vanderbilt, se mete en el brete de querer narrar muchas cosas en el tiempo limitado de una película, algo habitual en las adaptaciones sobre superhéroes, que deben contar el origen del protagonista y a la vez cerrar una aventura autoconclusiva.
Salen bastante airosos, al generar un relato dinámico, en el que distintos puntos a explicar se interrelacionan: la desaparición de los padres de Peter, el contacto con la araña mutante, la búsqueda del doctor Curtis Connors por las propiedades regenerativas de los lagartos, Gwen y su padre.
Así, vemos la transformación de Peter, los secretos que comienzan a dibujarse sobre su pasado, su dilema entre sus seres queridos y la responsabilidad como héroe. También su paso de vigilante vengador de la muerte de su tío (algo que el capitán le recriminará sin saberlo) a defensor de sus conciudadanos.
Otra cosa a destacar es que se recupera en la persecución de los ladrones comunes al Spider-Man charlatán, bromista, a fin de cuentas un muchacho que se ha encontrado con determinadas capacidades extra: el clásico perfil de “su amigable vecino Spider-Man”.
Evitadas las banderas estadounidenses y algún tono patriotero post 9/11 de la trilogía anterior, no falta alguna apelación al “heroísmo del hombre común”, en la figura de los conductores de las grúas de construcción (sólo faltó que aparezca el “Rulo”, de “Mundo grúa”).
Por su parte, Webb (todo un presagio: su apellido se escribe casi igual que “telaraña” en inglés) aporta su experiencia en videoclips y comedia romántica para dosificar las intensidades entre acción, romance y humor.
Teenager enmascarado
Andrew Garfield construye un Peter Parker más “pavote adolescente” que “nerd”, como el de Maguire. La Gwen Stacy de Emma Stone es una chica brillante y muy segura de sí misma, algo distinta de la que encarnaba Bryce Dallas Howard en la tercera de Raimi (allí sólo una rival de la Mary Jane de Kirsten Dunst).
Martin Sheen (siempre correcto, aunque por razones obvias aparezca poco) y Sally Field (de buen trabajo), por su parte, se caracterizan como unos tíos Ben y May mucho más joviales que en representaciones anteriores. Chris Zylka es un Flash Thompson un poco detestable como corresponde, pero “blando” a comparación de la imagen inicial del personaje, tal vez más parecida a la que se fue formando con el tiempo. Rhys Ifans como el atribulado doctor Connors y Denis Leary como un estricto capitán Stacy completan el elenco central.
Como yapa, el habitual cameo de Stan Lee en las películas marvelianas es resuelto de manera muy original.
Por supuesto, uno de los elementos clave de este filme es la puesta visual, que empieza con el traje texturado, diseño atribuido al Cirque du Soleil, y sigue con las espectaculares peleas con el Lagarto y los desplazamientos por la ciudad, apostando al vértigo de los balanceos, con gran uso de los recursos de la animación digitalizada (CGI).
Así se consolida un nuevo comienzo para un mito contemporáneo, que ya promete secuela para 2014. Por supuesto, varios de los que se habían enganchado con los filmes de Raimi-Maguire-Dunst están decepcionados y hasta enojados; pero el mito está en todas sus versiones, incluso cuando pasa del imaginario popular a la industria cultural (mal que le pese al Rocambole de la escena inicial de “300 millones” de Roberto Arlt, que se jacta de ser un personaje “de autor” y no un paradigma cultural).
Así que tal vez, la mejor opción sea dejarse llevar por los techos con “Spidey” y despegarse así por un rato de las terrenales complicaciones.