Definitivamente, el cine de superhéroes se ha convertido en un género tan codificado como lo fue el western, y probablemente sea el último refugio de la “Americana”, esa historia de heroismo, conquista y redención a través de la acción pura. Es, por lo demás, el lugar donde finalmente esas dos grandes tendencias del espectáculo cinematográfico -el realismo psicológico y la invención desbocada de imágenes- se encuentran y complementan. Este “relanzamiento” del Hombre Araña es tanto un film sobre la dureza de descubrir el mundo durante el final de la adolescencia -lo que implica reconocer a los padres, enfrentarse al deseo, el amor, la muerte, la injusticia y comprender que todo en el mundo es relativo- como un espectáculo de pura acción. Por cierto, no todo funciona de modo perfecto: el espectáculo a veces busca imponerse y alguna de esas secuencias físicas es redundante. Pero hay virtudes: en principio, que el film no tarde en mostrar las capacidades de Peter Parker (un perfecto Andrew Garfield, al mismo tiempo taciturno joven y arrogante héroe) pero se toma su tiempo para que el icono de las historietas, el traje azul y rojo, aparezca completamente desarrollado, lo que permite comprender al personaje. Y hay señores actores que se toman su trabajo en serio (por lo demás, está esa inteligencia de ojos verdes llamada Emma Stone) sin por eso adosarle solemnidad a la historia o tratar de imponerse a ella. Quizás estemos ante un clásico del futuro.