El mágico juego del cine dentro del cine
El clásico de Disney, Mary Poppins (1964), sirve como disparador de este relato dramático que gira en torno a las figuras de Walt (Tom Hanks), el magnate de la empresa de animación, y de la escritora P.L Travers (Emma Thompson), y los desesperados intentos del productor por llevar su libro favorito a la pantalla grande.
En 1961, Walt Disney echa mano a todos sus recursos posibles (prepara bocetos y alegres canciones compuestas por los talentosos hermanos Sherman) y lanza una estategia para convencer a la autora de transformar sus palabras en imágenes. Esa ardua tarea le llevó veinte años desde el momento que les prometió a sus hijas transformar su novela en una película. Walt, lentamente irá descubriendo el rompecabezas familiar que se esconde detrás de la autora de dura fachada que odiaba los dibujos animados.
La pelìcula de John Lee Hancock (Un sueño posible) pone el acento en esta tensa relación a lo largo de dos horas en la que el pasado de la escritroa repercute en su presente y lo hace a través de logrados momentos que van construyendo, cuadro a cuadro, un intenso juego del “cine dentro del cine”.
Es la primera vez que una película retrara al emblemático (y cuestionado) creador de innumerables personajes animados y encuentra en Hanks al actor ideal para personificarlo con una máscara que lo asemeja al verdadero. Por su parte, Thompson entrega una composición que atraviesa varios estados de ànimo. Sólo basta verla en la función de estreno de Mary Poppins para comprobarlo.
El film combina la historia del pasado de la protagonista (en el que aparece Colin Farrel como su padre) con el mundo personal y profesional de Walt: su secretaria (Kathy Baker); los hermanos Sherman (interpretados por B.J. Novak y Jason Schwartzman) que ganaron el Oscar por la banda sonora y la canción original “Chim Chim-Cher-ee”, y Ralph, el papel a cargo de Paul Giamatti.
Entre fragmentos de Mary Poppins, que protagonizaron Julie Andrews, Dick Van Dyke y David Tomlinson, el relato habla del poder de la imaginación, de las ausencias que marcan la niñez y de las dificultades para concretar los sueños. El padre de P.L. Travers era banquero y en él se inspiró para crear el personaje del patriarca de la historia, Mr. Banks: a quien se refiere el título, y que quizás ayude a la protagonista como lo hizo con la popular niñera de la ficción.