Detrás de Mary Poppins.
Saving Mr. Banks es un claro ejemplo del giro que han dado los estudios Disney en cuanto a su política de contenidos para con los proyectos cinematográficos. A diferencia de lo que muchos hubiéramos sospechado, no se trata de una tibia comedia dramática sustentada por el carisma de sus protagonistas y buena cinematografía, sino de un drama introspectivo que explora en profundidad las tristes entrañas de su argumento.
No hay filtros en Mr. Banks. La narración es sutil, pero no existen reservas en cuanto al contenido. La historia se cuenta en dos tiempos distintos que corren en forma paralela a medida que avanza el relato, con un importante despliegue de recursos cinematográficos. Es sabido que Disney no ahorra en producción y eso queda en manifiesto en la película. El reparto es insuperable, la fotografía de primer nivel y la edición logra encastrar dos sub-tramas en una en forma armónica y gradual. Pero por sobre todas sus virtudes técnicas y actorales, Saving Mr. Banks es un triunfo en lo narrativo. La contundencia y sinceridad de su guion demuestra a las claras el enorme compromiso de sus realizadores para contar la historia, quizás en desmedro de ciertos aspectos comerciales. Seguramente esta película haya gestado más de una discusión entre los directivos de Disney, y es sinceramente un placer ver que el resultado final se condice más con los estándares artísticos que con los comerciales.
Quienes se hayan criado viendo Mary Poppins encontrarán en esta propuesta una sorpresiva joya. Saving Mr. Banks no sólo desvela el trasfondo dramático real detrás de una de las mejores películas infantiles de la historia del cine, sino que también nos propicia la transición de la inocencia a la adultez a todos los aficionados a la ficción. Saving Mr. Banks nos enseña que la realidad y la ficción, en definitiva, son inseparables.