Diferencias creativas
La primera sorpresa ocurre apenas comenzada esta historia, que se ampara en la impunidad maravillosa de la ficción para recrear -muy anecdóticamente- una historia verídica que tiene como principales referentes al visionario Walt Disney y a la autora y creadora de los libros de Mary Poppins, la escritora P. L. Travers, durante las dos semanas que se extendieron las prolongadas negociaciones para que el padre de Mickey Mouse finalmente se hiciera con los derechos de adaptación de la mencionado libro infantil a la pantalla grande en 1964.
Tras veinte años de idas y venidas con la parca y rígida australiana, defensora a ultranza de la esencia literaria de su institutriz que llegaba azarosamente al seno de la familia Banks para poner orden y disciplinar a los párvulos, envuelta en su rectitud pero con un gran corazón, el persuasivo Walt buscó bajo todos los artilugios posibles seducirla para que diera el visto bueno a lo que finalmente se convirtió en un clásico de la factoría, con actuaciones memorables de Dick Van Dyke y Julie Andrews, con un repertorio musical entrañable y la mezcla de animación con personas de carne y hueso.
Todos estos elementos creativos aportados desde la imaginería de Walt Disney, confeso admirador de la obra de Travers -además de ser una de las preferidas de sus hijas a quienes hizo la promesa de este film- fueron rechazados de cuajo por la autora australiana y cuenta la verdadera leyenda que se encargó de defenestrarlo hasta que se quedó sin aliento por haber hecho un desastre con sus personajes. Pero el film de John Lee Hancock (Un Sueño Posible, 2009) no pretende erigirse como una biopic sobre ambas figuras sino sencillamente como un recorte significativo para adentrarse en sus particulares personalidades y en cómo el pasado y la infancia tortuosa de cada uno luego definiera por rumbos diferentes y con diferente suerte el destino artístico, por decirlo de un modo sintético.
La paciencia y perseverancia del dibujante (negociador nato) versus el malhumor y la desconfianza permanente de la invitada de honor forman parte de la dialéctica que define los conflictos a lo largo del metraje, donde los personajes secundarios, entre quienes debe destacarse la presencia del gran Paul Giamatti como chofer personal de Travers, aportan el grado de frescura y emotividad para que la fibra sensible del espectador se conecte con la trama y vibre junto a los personajes.
Con la clausura ex profeso del rigor enciclopédico y en base al homenaje manifiesto a Walt Disney aunque mucho más a la figura de la controvertida Travers, las eficaces actuaciones de Tom Hanks y Emma Thompson para los respectivos roles aportan una cuota extra al Sueño de Walt Disney (titulo local para Saving Mr Banks), película entretenida y emotiva que seguramente remueva aquellos recuerdos de infancia o despabile pies en las butacas de los cines al reconocerse algunos de los acordes de esas canciones sencillas, pegadizas e inolvidables.