Hay algo interesante en “El sueño de Walt”(USA, 2012) que trasciende la horrible traducción que hicieron del título original “Saving Mr. Banks” (tampoco era muy apropiado) y es la épica por reflejar una puja comercial, enmarcarla dentro de un contexto histórico y devolver algo que termina siendo un homenaje al séptimo arte. Ya no importa si en la puja participan el legendario Walt Disney (Tom Hanks), del cual no hace falta aclarar nada, y Pamela Travers(Emma Thompson), la escritora que creó Mary Poppins, porque John Lee Hancock (gracias al guión de Kelly Marcel) hablará del proceso de creación de un filme, que como en este caso, fue arduo y complicado.
¿Por qué acepta Travers dejarse seducir por Disney para legar su libro?, ¿Qué esconde la escritora de su pasado?, estas son algunas preguntas que se disparan al iniciar la película, cinta que deambulará entre el presente urgente y el pasado que agobia.
Porque “El sueño…” permite conocer en profundidad los miedos y pesadillas de Travers, una mujer que escindida entre lo que realmente desea y lo que muestra de su personalidad. Más allá de desnudar el proceso creativo, con mecanismos de producción a la vista, y que el director haga hincapié en cómo la escritora complicará la adaptación con cada decisión que el equipo creativo (Jason Schwartzman, Bradley Whitford) que Disney puso a su disposición (por ejemplo rechazar el color rojo para la adaptación), el filme enfocará en el pasado de Travers para intentar afirmar el porqué es hoy en día una mujer complicada, fría y distante (y que a través del personaje que creó intentará propagar su teoría sobre infundir orden para restaurar esperanza).
Hancock decide contar con flashbacks (una reconstrucción de época interesante) la historia de la escritora durante su niñez, con imágenes y planos amplios, de una textura polvorienta y árida, que contrasta con la opulencia y colorido que le ofrece Disney al presente de la mujer. Y con ese ir y venir en el tiempo se consolidará una justificación sobre el comportamiento de Travers, principalmente en su exagerado distanciamiento y frialdad con los demás y el rechazo a cualquier pizca de alegría y desborde que pueda intentar el equipo con el que trabajará.
Sabemos cual fue el resultado final del difícil proceso de adaptación del libro, punto a favor para el espectador, pero eso es tan sólo una información que se manejará y que irá perdiendo peso a medida que avance la historia, porque el interés no recaerá ya en “a ver si logran hacer la película de Mary Poppins”, sino en Travers y los vínculos que irá construyendo (la relación con su chofer –Paul Giamatti- en plan “Conduciendo a Miss Daisy”) y en la superación de traumas y recuerdos del pasado.
El título original, ese que acá se decidió cambiar por algo que pasó en realidad y que fue el esfuerzo de Walt Disney (al que Hanks no se acerca, aunque lo intenta) por adaptar el clásico infantil (en un momento desesperado Disney le pregunta a Travers ¿Qué tengo que hacer para complacerte?, luego de haber respondido a todos sus caprichos), hace referencia al intento de la escritora por “rescatar” el recuerdo de su padre (interpretado con sobriedad por Colin Farrel), un ser que la marcó de por vida.
Película de cine sobre el cine, de desnudar las dificultades para llevar a la pantalla las ideas de otros, con una actuación impecable de Thompson (gran olvidada en los Oscars 2014), “El sueño de Walt” es una propuesta interesante para conocer los pormenores de un clásico infantil y ver en detalle el pasado de una industria en la que se respetaba a todos más allá de las diferencias.