¿Puede una película SOBRE Hugo Santiago ser mejor que una DE Hugo Santiago? Si este no es el caso, está muy cerca de serlo.
Es que El teorema de Santiago es mucho más que un making of de El cielo del centauro. Es una película sobre comó piensa el cine este realizador notable e influyente pese a su escasa obra, sobre cómo es su brillante e indescifrable método de trabajo y, sí, sobre cómo se gestó, se realizó, se editó y se estrenó (en la apertura del BAFICI 2015) el más reciente trabajo del creador de Invasión y Las veredas de Saturno.
Los recursos que utilizan Masllorens y Buisel son múltiples, variados y en su mayoría atendibles: desde “poéticos” intercambios de e-mails, hasta charlas con Santiago en París y Buenos Aires (muy buenos los planos filmados en ambas ciudades), un pormenorizado registro del rodaje y testimonios de quienes trabajaron en el proyecto, como la productora ejecutiva Agustina Llambi-Campbell, el coguionista y jefe de producción Mariano Llinás, el fotógrafo Gustavo Biazzi, la asistenta de dirección Laura Citarella y varios más que profesan una genuina admiración y devoción por él.
La película es una oda al maestro (muy emotiva la escena en que le festejan el cumpleaños), un documento sobre una forma de hacer cine ya en vías de extinción (discípulo, heredero de Bresson, coguionista con Borges, Bioy Casares y Saer) y de pensar un film como un torema geométrico.
Obsesivo, metódico, perfeccionista, obstinado y, por lo tanto, un poco dictador, Hugo Santiago es un torbellino arrasador en el set pese a su avanzada edad. Verlo en acción y escucharlo constituye una clase magistral que debería exhibirse en todas las escuelas de cine.
El teorema de Santiago es, en sí, una muy buena película (con valores artísticos que exceden por mucho la mera exposición de un rodaje), pero también una reivindicación de un viaje único como el de Hugo Santiago, que puede ser incluso más interesante que el destino, que el resultado final. Al maestro con cariño.