Este documental sobre el trabajo de Hugo Santiago en la producción de EL CIELO DEL CENTAURO es un must para cualquier estudiante de cine o analista interesando en el quehacer cinematográfico. La experiencia del veterano realizador de INVASION, radicado en Francia, volviendo a la Argentina a hacer una película con un grupo de jóvenes productores (integrantes de La Unión de los Ríos y El Pampero, que incluye entre otros a Mariano Llinás, Laura Citarella, Alejo Moguillansky, Agustina Llambí Campbell y Martín Mauregui, entre otros) es un ejemplo de los encuentros y desencuentros, del choque entre dos sistemas de trabajo y culturas de producción que se hermanan a partir del amor por el cine.
La película está dividida en tres partes. La primera se centra en el intercambio epistolar entre Santiago y Llinás en la etapa de guión y preproducción, en la que queda claro que la manera de trabajar (y de escribir emails) de ambos son muy distintas. Pero el asunto se volverá más espeso en la segunda parte, la de la producción, en la que chocarán metodologías contrapuestas: la puntillosa dedicación de Santiago a la construcción de cada plano (el “encuadre” por escrito) con el estilo más libre de los realizadores de HISTORIAS EXTRAORDINARIAS, OSTENDE o EL ESCARABAJO DE ORO en cuanto a la organización del tiempo, el espacio, las locaciones, el presupuesto, la puesta en escena, el respeto al máximo por el guión, etc. Una tercera parte se dedicará al montaje (hecho en París entre Santiago y Moguillansky) en el que similares diferencias saldrán a la luz y en la que el “teorema” en cuestión hará su fulgurante aparición en escena.
La película funciona como una clase cinematográfica, desde la observación de la construcción de cada plano, las discusiones que se tienen antes, durante y después del rodaje, con entrevistas que no interrumpen el flujo del relato sino que aportan a expandir y profundizar sus ideas y conflictos, ese choque de talentos (y de egos) que es hacer una película. Como dice Llinás en un momento del filme, el equipo se entregó a la forma de hacer cine de Santiago aún cuando no entendían (y acaso no compartían) sus decisiones acaso ancladas a otra época, pero a sabiendas que todo eso que el realizador intentaba hacer existía en su imaginación y él necesitaba plasmarlo de esa manera y no de otra: detalle por detalle, encuadre por encuadre, teorema por teorema. Una película imperdible del festival y una lección de cómo hacer una película sobre el trabajo cinematográfico.