El documental de Buisel y Masllorens registra el proceso creativo y la filmación de El cielo del centauro, que marcó el regreso al cine argentino de Hugo Santiago. Los directores renuncian a ilustrar meramente la producción y juegan con los materiales disponibles, que incluyen papeles, mapas, imágenes del rodaje y hasta mails. Santiago demuestra ser un obsesivo de la escritura y la planificación, un dictador encantador que tiraniza a todos hasta conseguir lo que se propone. En su trayecto, la película también devela el trabajo de conocidos productores, directores y fotógrafos, entre otros, de la órbita FUC y el clan Llinás. El rodaje termina siendo un lugar de encuentro entre distintas generaciones de realizadores; los guiones técnicos de Santiago, casi incomprensibles para sus jóvenes asistentes, son el terreno donde colisionan esas formas diferentes de hacer y entender el cine.