La ley del deseo
El primer plano de El tercero muestra a dos jóvenes chateando. Hablan del tamaño de sus miembros, de qué le haría uno al otro, de sus preferencias sexuales. Tratan, en fin, de calentarse. Claro que uno de ellos está en pareja. Pareja que, ante la viabilidad de un encuentro, se sumará al chat para dar el beneplácito. Así, el adolescente terminará en la casa de los otros con la excusa de una cena.
El punto de partida del segundo largometraje del cordobés Rodrigo Guerrero (El invierno de los raros) amenaza con convertirse en uno de esos thrillers eróticos menores, un acto de representación de fantasías antes que una película. Pero aquí hay bastante más. Filmada en una serie de largos planos-secuencia, El tercero retratará con naturalidad un encuentro bautismal, aprehendiendo el arco de las vibraciones que van del nerviosismo inicial a los diálogos mucho más descontracturados del final de la noche, cuya culminación inevitable será un largo ménage à trois retratado con una crudeza más provocadora que funcional al desarrollo psicológico de los personajes.
Más allá de eso, Guerrero ensaya una buena aproximación al deseo masculino, articulándolo con un coming-of-age acerca de la maduración y la construcción de una identidad y mostrando que los vínculos emocionales van mucho más allá de los imperativos sociales.