Hay realizadores preocupados por contar una buena historia, atrapante, fresca y original; y hay otros que ponen el argumento en segundo plano para centrarse en la estética de sus films, hacen una búsqueda y hallazgo de planos e imágenes cautivantes, diferentes a lo que se ve normalmente. Este último parece ser el camino de Rodrigo Guerrero, quien tras El invierno de los raros, vuelve a entregarnos un film diferente a lo habitual, aun diferente a aquella ópera prima.
No importa aquí el argumento, al que podríamos catalogar simplemente como la típica historia de film de LGBTIQ.
Un joven se conecta por chat, en donde puede expresar su sexualidad abiertamente, conoce a una pareja gay mayor que él; luego de varios juegos de cámara concretan un encuentro en casa de la pareja, cada uno cuenta sus historias, se conectan, y terminan cumpliendo al sueño del trío o más sensualmente llamado ménage à trois; poco más es lo que hay para contar.
No habrá posteriores consecuencias que puedan pensar en la peligrosidad de estos juegos en donde impera más la carne que el amor; no habrá una historia de amor o seducción con demasiado desarrollo (salvo los detalles durante la cena y los juegos previos vía webcam); hasta un ojo prejuicioso podría decir que su argumento podría dar pie tranquilamente a un film porno, sin más… y viendo los resultados no estaría tan alejado.
"El Tercero" se maneja como una pieza de reloj, todo está estructurado, para nada librado al azar pese a la simpleza de su propuesta. Esto se debe al esquema narrativo que presenta en base a la impronta de diferentes planos en cada acto.
En un principio seremos espectadores en primera persona de los chat, la cámara de Guerrero es la de la webcam y por lo tanto, la pantalla es el monitor, vemos lo que ven los personajes; por lo tanto, tendríamos que sentir lo que van sintiendo los personajes (aun desde el alejamiento de la tercer persona, el voyeurista al que se le permite un acercamiento especial).
Más tarde, el segundo acto se desarrollará durante la cena en el que la visión se dividirá en dos. Primero, acompañaremos al Joven en su visión de escuchar a la pareja hablar y contar su historia (y por qué no, hacer sus avances en el juego previo). Luego, sí, adivinaron, la visión nuestra será la de la pareja que observa al joven hablando, contando, y haciendo “lo suyo”, “su parte y movimientos” del juego.
Finalmente, la acción se desarrollará en el plano sexual en donde los juegos del chichoneo darán lugar a la pura concreción explícita que ubicará a la película a un paso de la reciente El hombre del lago; y al igual que sucedía en aquella habrá una sensación de provocación excesiva, de cierto maniqueísmo para ver hasta dónde soporta el espectador. Ahí, el voyeurismo quedará bien expuesto.
Planos secuencias (con más cortes de los que parece), planos contraplanos, estáticos, acercados, alejados, todo nos invita a un juego en el que la cámara más que el ojo del personajes es un tercero que lo acompaña desde al lado, un invitado especial.
El trío formado por Emiliano Dionisi, Carlos Echevarría (de la superadora Ausente), y Nicolás Armengol se nota sólido y ahí también influye otra pata fuerte de Guerrero, la dirección de actores, precisa, marcada, aun durante la tercera parte.
"El Tercero" gana en naturalismo, su argumento es extremadamente simple pero real (aquí es donde decimos, no es una porno); pero también se demarca desde este costado el público al que va dirigida; la linealidad del asunto lleva al interés de quienes quieran observar de cerca esta “relación”.
Austera, correcta, estéticamente formal, este es un film distinto a otros de la cartelera, pero igual a muchos sucesos que ocurren en la vida corriente, depende quién sea el protagonista de la historia.