Las pasiones triangulares.
El concepto de relación amorosa y sexual siempre es esquivo porque implica el encuentro entre seres humanos que se abren a la pasión, colisionando y destruyéndose en el proceso para encontrarse transfigurados. La pasión abre un tiempo excepcional que nos trasporta hacia otro espacio, sentimental y físico, que representa más un encuentro visceral consigo mismo que con el cuerpo de un otro. En nuestra cultura mediatizada la seducción es una construcción individual y colectiva inconsciente que representa el nacimiento de los sentimientos inconmensurables e inabordables que denominamos “amor”.
El Tercero es el segundo largometraje de Rodrigo Guerrero y narra el encuentro de una consolidada pareja homosexual de clase media con un joven desinhibido que busca expandir su experiencia sexual. Después de un preámbulo por chat, Fede, un joven universitario que vive con su padre y cuya madre se suicidó hace unos años, va a la casa de una pareja a cenar y a compartir una noche de sexo casual que se torna en algo más (¿tal vez amor en nuestra sociedad de las pasiones digitales?). La película es una indagación sobre la intimidad, el goce y las formas contemporáneas de experimentar los placeres corporales y procesar los sentimientos, siempre con una preponderancia de la sexualidad.
Los personajes cenan o toman vino mientras las conversaciones casuales costumbristas van abriendo el camino de lo previsible. Con excelentes actuaciones y un guión muy bien trabajado que logra construir una atmosfera de intimidad en ambientes cerrados, El Tercero se atreve a colocar la cámara en la confusión de los cuerpos sin recurrir a la pornografía ni a la genitalidad como forma de representar el placer y las relaciones humanas.
El film deconstruye los estereotipos homosexuales para ofrecer personajes espontáneos que interactúan en un espacio real, con detalles de decoración y amueblado de diseño que remiten a la construcción de un estilo de vida perteneciente a una clase media profesional que se permite algunos lujos e invierte en mejoras en su entorno y su calidad de vida. La película además está musicalizada por Daniel Melero, el músico argentino conocido por sus arreglos electrónicos y sus melodías pop, que en esta oportunidad busca simbolizar musicalmente los sentimientos y el proceso mental de la experiencia del joven tras su encuentro con la pareja.
Con gran atrevimiento, Guerrero consigue significar este encuentro sexual como una verdadera unión de seres humanos -en nuestra cultura de lo casual y lo efímero- en pos de enfrentar las profundidades del cuerpo, sus deseos carnales y las nuevas convenciones culturales que lo atraviesan.