La nueva película de Jérôme Bonnell comparte la premisa argumental de Vendredi Soir: una mujer en tránsito, un hombre intrigante, un encuentro azaroso y una aventura fugaz pero intensa. La gran película de Claire Denis teje un entramado de sensaciones, inquietudes e insinuaciones en torno al cruce entre Valérie Lemercier y Vincent Lindon, trabajando la incertidumbre con distintos niveles de abstracción que transcriben las pulsaciones de cada instante y logran que las líneas de guión se esfumen en favor de la imagen. En El tiempo de los amantes, en cambio, el director expone los motivos y las reservas con los cuales organiza el encuentro amoroso, que aparece como un pretexto para contar lo que estableció alrededor. El corsé narrativo se traduce en una falta de intensidad que se potencia por la elección del británico Gabriel Byrne, un actor inexpresivo y poco seductor, como amante de la genial Emmanuelle Devos.
Alix es una actriz que está corta de dinero, tiempo y amor. Entre dos representaciones de La Dama del mar de Ibsen, viaja a París e intenta comunicarse en vano con su pareja mientras emprende una aventura un poco loca con un hombre mayor que divisó en el tren. Esta búsqueda es vista por el realizador como un medio para encontrarse a sí misma, función que subraya en la disputa catártica con su hermana burguesa. Bonnell atrapa a su personaje entre lugares comunes, con diálogos que suenan impostados en las peleas de café o en la demostrativa escena de conflicto familiar. La módica aventura organizada por el guionista termina siendo una carrera de obstáculos que el espectador sigue maquinalmente.
La película no se termina de hundir gracias a Emmanuelle Devos, que compone a una anti heroína inmadura y tragicómica, desconcertada entre un amor a primera vista y un secreto bien guardado. En las calles de una París efervescente, Alix se pega con un poste en plena cara y, siguiendo el consejo de un médico que pasea por la calle, permanece algunos minutos con la mejilla estúpidamente pegada contra el metal frío del poste para evitar que su rostro se inflame. En estos pasos de comedia clown, la película respira, se deja llevar por el juego y el talento cómico festivo de su actriz protagónica. Las mejores películas sobre actores son las que erigen la improvisación como arte para sobrevivir y no le temen a los números de acrobacia. Por desgracia, Bonnell no trasciende esta anécdota y recarga las tintas sobre su aventura sentimental bien controlada.