A mitad de camino
Un tren recorre la película El tiempo de los amantes de Jérôme Bonnell y la vida de Alix, su protagonista. Este tren que marca un camino a seguir, con bifurcaciones y un destino en alguna otra estación.
Alix es una actriz que vive en París y trabaja en una obra de teatro en Calais. Vive con su pareja, Antoine, que sólo lo conocemos a través del teléfono, por su voz y por su ausencia. Una mañana Alix sube al tren para regresar a su hogar y observa a un hombre en un asiento cercano al de ella. Sus miradas se chocan, se evitan, pero se vuelven a encontrar como un imán. Lo que resta de la historia transcurrirá en París durante ese mismo día. Ella termina buscando a este hombre (por motivaciones que no logramos entender) hasta que lo encuentra. Él, un inglés llamado Doug, profesor de literatura, viaja a París para asistir a un funeral. Por otro lado, la muerte enmarca y refuerza el límite temporal que la vida tiene.
El tiempo de los amantes habla sobre las decisiones, sobre aquellas elecciones que nos proponemos seguir, aunque no sepamos hacia dónde nos van a llevar… o sí. El viaje y los recorridos toman protagonismo y Alix se moviliza (en un amplio sentido de la palabra) no sólo por diferentes lugares de la ciudad, sino por diferentes lugares de ella misma. Nosotros la seguimos, contemplando sus idas y vueltas, sus corridas y sus desventuras. Todos los lugares son transitorios (hoteles, estaciones de tren, subte, bares) y la llevarán hacia algún otro lugar. Alix tiene una necesidad imperiosa de hacer un quiebre en su cotidianeidad e intentar encontrar cierta chispa que la sacuda, por lo menos por una tarde.
La historia está muy bien contada, un relato prolijo, buenas actuaciones, algunos momentos de humor y un romanticismo en todo su esplendor. ¿Cómo entender que todo el universo cambie con sólo una mirada? Bueno, es la magia de la ficción, aunque no veo a ningún vecino que le pasen esas cosas. Si bien me resultó algo inverosímil el argumento (aclaro que no soy muy fanática de las historias de amor) hay que reconocer que Bonnell resuelve la historia tratando de no caer en lugares obvios y de evadirse de aquello que se espera ver, ustedes dirán si lo logra.
Hay que estar dispuestos a aferrarse a esta historia para poder disfrutarla, no cuestionarse demasiado lo que estamos viendo y entrar en sintonía. Por mi parte no logré este objetivo y la película se volvió demasiado “melosa” para mi cínica cabeza. Y si bien tiene momentos interesantes y podemos metaforizar algunos elementos del relato, me parece que hay un clima que no se terminó de lograr, ni tampoco la empatía con los personajes. Quedan cabos sueltos y si bien esto puede ser positivo porque nos permite construir como espectadores aquello que no se dice, en este caso me parece que es una deficiencia. Pareciera que nos quedamos varados a mitad de camino.