EL TIEMPO DE LOS AMANTES
¿Cuántas historias de amor han comenzado con un cruce de miradas en un tren? ¿Cuántas películas han reflejado este flechazo instantáneo en un medio de transporte? Una vez más este fenómeno llega a las pantallas desde Francia y es “El tiempo de los Amantes” (Francia, 2012) de Jeromme Bonnell (Le Chignon d'Olga), pero con un estilizado sentido de la inmediatez de los cuerpos y de la urgencia de la piel.
Alix (Emmanuele Devos) es una joven actriz nómade no profesional que deambula de un lado para otro. Corre. Siempre. Pero nadie la espera. Durante toda la película intenta comunicarse con Antoine, su novio, el único que al menos debería notar su presencia, pero siempre da con el contestador automático. Se desespera. No tiene dinero. Sigue corriendo. Se sube a un tren.
Allí encuentra un poco de quietud, de paz, de sosiego a su eterno movimiento (y el director se encarga muy bien de mostrar este constante andar con constantes Zooms hacia la mujer en las calles parisinas). Sin quererlo fija su atención en un misterioso caballero (Gabriel Byrne). Se miran. Se desean. Se celan. Pero al llegar a la estación terminal se pierden cada uno en su vida. Y vuelven a ser extraños.
Pero lo inevitable del encuentro comienza a latir en la mujer. Bonnell relata su ansiedad con detalles del rostro de la actriz, quien con pequeños gestos (morderse el labio, pestañar rápidamente), nos habla de su urgencia de encontrarse con la otredad. Y hacia el encuentro del otro se apresura.
¿Qué es lo que hace que Alix se entregue a un amor furtivo sin ningún tipo de condicionamiento? ¿Por qué la ciudad alberga historias basadas en la disrupción de la rutina? ¿Se puede construir un romance que surge en la inmediatez de la necesidad corporal?
“El tiempo de los amantes” va mostrando el universo de la mujer para que podamos hacernos una idea del porqué de su decisión (su trabajo, sus relaciones familiares, la ausencia del compromiso, etc.) y del animarse a ingresar a un velatorio para acercarse a su objeto de deseo y terminar con él en una habitación de hotel.
El encuentro, con titubeos, torpe, es reflejado con una naturalidad que incomoda, pero que a Alix la hará sentirse segura, tan segura como para enfrentar a su familia y tomar decisiones que afectarán o no a su futuro.
Retrato de la urgencia en las grandes urbes y de la incomunicación entre seres humanos “El tiempo de los amantes” bien podría haberse titulado “Animarse a estar con el otro” ó “Encontrando un lugar diferente en la rutina”, porque estos amantes en realidad no hacen otra cosa que amarse por un instante para que el recuerdo dure una eternidad y esconda la promesa de volverse a sentir.
PUNTAJE: 7/10