En su segunda película como directora, Eugenia Sueiro pinta un fresco cotidiano tan sencillo como disfrutable, protagonizado por un sólido grupo de actores encabezados por César Bordón.
Las buenas historias se cuentan desde los detalles pequeños. A veces como espectadores olvidamos esa posibilidad alucinante que tiene la narrativa cinematográfica. Por suerte cada tanto aparecen películas como El tío, la segunda realización en la que Eugenia Sueiro ocupa la silla de directora (hubo una ópera prima hace 7 años, Nosotras sin mamá).
La película cuenta la historia de Dalmiro Rizzo, un agente inmobiliario que debe cumplir una promesa de llevar a sus sobrinos de viaje tras la muerte de su hermano. Su cuñada, ahora viuda, atraviesa una situación delicada e insiste en que ese viaje es una deuda que el protagonista debe saldar.
Se trata de una historia simple, despojada, sin mayores pretensiones que las de asomarse al mundo de las personas comunes y los dramas cotidianos para pintar un fresco ajustado a la realidad.
Así, El tío consigue que desde el otro lado de la pantalla nos sintamos testigos privilegiados de las ceremonias discretas que sostienen las rutinas de la vida.
Con prolijidad quirúrgica, Sueiro retrata la puja interior de un hombre que se debate entre su trabajo en una inmobiliaria, su pasión de hincha del club Almagro y un difuso rol de tutor o encargado que lo obliga a cumplir un designio para los miembros de esa familia fracturada tras la muerte de hermano Eliseo.
Con buen ojo
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La pericia de Sueiro (cultivada en su rol de directora de arte de películas como Diarios de motocicleta, El abrazo partido y La mujer sin cabeza) se pone al servicio de una historia en la que el entusiasmo infantil pulsea sudorosamente con las reales posibilidades económicas de los adultos de clase media. Y el resultado es una empatía inmediata con los personajes, cuya discreta epopeya se nos hace carne.
Las promesas blandas, los esfuerzos por conseguir dinero, la vida en jaque dentro del tablero de las decisiones trascendentales, son algunos de los condimentos de los que Sueiro se vale para mostrar en certeras pinceladas cómo cada individuo bucea bordeando el naufragio en las aguas de las emociones.
En El tío destacan sin lugar a dudas las actuaciones. Dalmiro está interpretado por César Bordón (Relatos salvajes), pero lo acompañan un grupo de notables secundarios que le imprimen a la historia una solidez destacable.
El secreto de El tío está en esquivar las fórmulas del cine vertiginoso para proponer un relato sin estridencias, sencillo y cargado de sentimientos.
Si se hace o no el viaje, si se cumplen o no los sueños, en verdad no es lo que importa dentro de la película. La verdadera pregunta que subyace es si estamos a la altura de las circunstancias cuando la realidad nos exije, simplemente, que demos una respuesta.