Una tierna chiquita le presenta su pingüinito de peluche a un pingüino de verdad. De inmediato el bicho asqueroso le tira un picotazo. A poca distancia el adulto responsable mira la escena con ojos tristes, sin decir palabra, como quien ya sabe que la vida te quita las ilusiones. Por cierto, la nena primero iba a ir a un lugar lleno de juegos y colores, más atractivo (y más caro).
Pequeños momentos como ése van jalonando esta película. Ninguno parece importante, Pero todos van haciendo un retrato. El de un hombre reservado, calmo, capaz de bancarse muchas cosas, que a veces se refiere a su hermano muerto como si siguiera vivo. Y detiene su mirada en un chico que se llama igual que el hermano, como si le vinieran recuerdos, o quién sabe qué pensamientos.
Ese hombre es el tío de la nena. Y, con menos ganas, tío también del hermano mayor de la nena, hijo de otro padre. La historia no pone el acento en esas cosas. Simplemente ahí están, como también está un amigo, y el amor a un club de la Primera B. Tal vez a él mismo se lo pueda definir como un tipo de Primera B, es decir bueno, sencillo, querible (y circunscrito). Iguales méritos se extienden a la película. María Eugenia Sueiro es la autora, la misma de “Nosotras sin mamá”. Y César Bordón es el intérprete, un actor que supo hacerse odiar en “Relatos salvajes”, y hacerse querer en “La noche de 12 años” como el sargento enamorado, y en “Luis Miguel” como el manager del cantante. “El tío” es, al fin, su primer protagónico.