Cuando el cine de espionaje cae en manos de un director sueco podés encontrarte con una sorpresa como la siguiente: El capo Mark Strong haciendo justicia sobre la faz británica del tartamudo Colin Firth mientras de fondo suena “El Mar”, interpretada -en recatadísimo francés- por... Julio Iglesias.
Nos encanta este subgénero lleno de teléfonos pinchados, rusas candentes y mártires de la causa. El Topo se sumerge en plena guerra fría y nos deposita en un incidente caliente, en el cual están en juego los secretos de Su Majestad. La data pasó a ser el objeto especulativo más importante de Gran Bretaña después de la libra esterlina y allí están las jaurías rusas -y las gringas- aguardando la aparición de algún chivato para hundir los dientes en lo más profundo del MI6.
A falta de James Bond, contamos con George Smiley (Gary Oldman), que de sonriente no tiene nada: Detrás de sus enormes gafas se podría sugerir el fastidio propio de un tipo que ya las vivió absolutamente todas, un auténtico canis lupus que espera el momento de su retiro con resignación y solemnidad. O sea, nada que ver con Danny Glover en Lethal Weapon.
Una operación fallida eyacula dudas sobre las nalgas de la organización donde Smiley supo ganarse el corazón de su jefe, el Sr. Control. Y sabemos que despertarle ternura a un tipo que se hace llamar Sr. Control debe ser complicadísimo. En resumen, con la muerte de Control surge el Descontrol (talent press, teléfono) y la asadera parece tener un par de pizzetas en mal estado, algo imperdonable en una empresa tan inmaculada como la del espionaje british. Es hora de abrirse y de iniciar una investigación personal.
Para encontrar al alcahuete que revisa cartitas que no le corresponde revisar, Smiley contará con la inapreciable ayuda de Peter, joven espía interpretado por el genial Benedict Cumberbatch, un actor capaz de mantener la seriedad de un muñeco de cera sólo para largarse a llorar tres segundos después.
Por supuesto, nada es tan sencillo como parece, el enemigo puede estar más cerca de lo que creemos, los rusos quizá no sean tan malos como los pintan y quizá las Promesas del Este nos terminen seduciendo más que las Realidades del Oeste. Habrá que ver y -mientras tanto- disfrutar.
El Topo contiene una historia y un desarrollo que nos exige estar espabilados, de modo que recomendamos no observar este film si andamos con sueño. Se trata de una lección de espionaje de ésas en las que los cristales empañados se permiten el lujo de indicarnos que nada hermoso puede estar sucediendo detrás de ellos.