Vuelve el cine de espionaje
Si El Artista (The Artist) (The Artist, 2011) obligaba un viaje en el tiempo para ver una película como si estuviéramos en el período mudo, El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy, 2011) hace lo propio con el cine de espionaje de los años 60, como si estuviéramos en la Guerra Fría. Mismo ritmo, misma ausencia de acción, con la tensión agregada del director de Criatura de la noche (Let the Right One in, 2008).
Basada en una de las novelas de John le Carré, que supo ser espía en su época y conoce a la perfección el mundo del espionaje, El topo es el primer texto de la trilogía “Karla”, nombre clave que representa al servicio secreto soviético para el cual hay un espía británico pasándoles información. El conflicto se produce cuando Smiley (Gary Oldman), un agente retirado, debe atrapar al espía en cuestión en un trabajo de inteligencia minucioso.
La novela El topo ya tuvo su adaptación en su momento para la BBC en formato de miniserie, que supo protagonizar Alec Guinness. La pregunta que viene a colación es ¿Por qué motivos hacer un film atemporal? Y la primera respuesta que viene a la mente es el tratamiento de la lealtad, la traición y la violencia humana resignificados hoy en día. Tal vez ése sea el recurso más contemporáneo del film. Y su director Tomas Alfredson tiene mucho que ver en ello.
Si había algo que destacaba a Criatura de la noche por sobre las demás películas de vampiros, era que no hay en la producción sueca un terror generado por lo monstruoso, todo es demasiado humano, y por ello siniestro y desde ahí se construía el miedo, maginificado por la densidad de los climas tensos, por cierto muy bien generados. En El topo sucede algo similar pero con el género de espionaje. No hay espectacularidad, ni persecuciones, es una construcción realista de las tramas de espías. Pero si hay una violencia que emerge de las entrañas de los personajes. La densidad de los climas plantea una sensación de instabilidad en todo el film que, aunque nada suceda o todo esté por suceder, da igual para generar intriga.
Decíamos que hay un tratamiento realista, y es porque los personajes así como en Criatura de la noche son humanos, o sea, capaces de reaccionar de cualquier manera ante el miedo o la ambición de poder. He aquí el punto más atractivo de una película que bien pudo ser filmada hace cincuenta años. Aunque la fragilidad humana siga siendo hoy un tema muy contemporáneo.