El espía que sabía demasiado
Una de las novelas de espías más famosas y exitosas finalmente tiene una versión para la pantalla grande. La dirección es de Tomas Alfredson (Criatura de la noche) y en la actuación sobresalen Gary Oldman y Colin Firth.
Nombres de prestigio sobran en la adaptación de El topo, novela setentista del ex espía John le Carré, también autor de El espía que vino del frío, El jardinero fiel, El sastre de Panamá y La Casa Rusia, todas transpuestas al cine. El plantel actoral, por su parte, encabezado por el gran Gary Oldman, está constituido por un dream team británico e irlandés que inspira respeto y admiración (Hurt, Firth, Hinds, Hardy, Jones, entre otros).
La duda se dirigía al director, el nórdico Tomas Alfredson, en su primera incursión en ligas importantes luego de la excelente Let The Right One In (Criatura de la noche), aquella historia de una niña vampiro que tendría su remake en Hollywood. Pero la incertidumbre con Anderson no recaía de su capacidad narrativa para contar una historia (Let the right One In es una película de climas y atmósferas enrarecidas) sino en la manera en que se desenvolvería con semejantes monstruos actorales y, especialmente, en dilucidar cómo trasladaría en imágenes una trama que transcurre en los años de la Guerra Fría con infinidad de vueltas de tuerca, idas y vueltas en el tiempo, mucho texto y una (casi) ausencia de acción física. El resultado, por suerte, es más que satisfactorio.
Más aun, la única escena de acción “exterior” está al comienzo cuando se produce un asesinato en Budapest, donde un agente cae muerto en una operación de inteligencia que salió mal. De allí en adelante, la película se estructura a través de cuatro historias paralelas, alguna con más importancia que otra, donde la elección del flashback como herramienta de estilo hace avanzar al relato para comprender los vericuetos públicos y privados del clan de espías organizados por el personaje que encarna John Hurt con su rostro que ostenta las grietas que marcan el paso de los años. Todos son sospechosos de esa misión que salió mal y por esa razón George Smiley (Oldman en una performance trabajada a través de silencios) será el asignado por el poder para descubrir al responsable de aquella frustrada misión.
El topo es una película que no debería pasar desapercibida. Puede parecer demodeé entre tanto cine de acción donde los personajes cumplen misiones a 2000 kilómetros por ahora. Hasta puede resultar confusa en algunas de sus hábiles artimañas de guión y en su particular estructura supeditada al flashback, en especial, cuando se narra la traición de la mujer de Smiley, entre otras infidelidades públicas y privadas que se muestran en la película. En todo caso, se trata de un film –del que no conviene contar demasiado su intrincando argumento– que requiere de la paciencia y el interés del espectador desde el mismo inicio y durante dos horas. Película laberíntica donde nada es lo que parece ser, El topo retoma el viejo axioma que se puede contar una buena historia sin necesidad de que se produzcan explosiones inútiles ni surjan héroes acrobáticos excedidos en anabólicos.