Charles Bukowski dijo una vez sobre Thomas Mann que el problema que tenía este sujeto era que confundía el arte con el aburrimiento.
La verdad que es una buena frase que también podría servir para John le Carré, uno de los autores más tediosos y sobrevaluados que existen en el mundo literario, responsable de la novela en que se basa este estreno.
Otros colegas de este autor como Tom Clancy con la saga de Jack Ryan o Robert Ludlum con la serie original de Jason Bourne brindaron historias mucho más inteligentes relacionadas con el mundo del espionaje en la Guerra Fría que los bodrios que produce este tipo.
Pero bueno, calavera no chilla. Después de todo si vas a ver una película basada en un libro de este escritor sabés con lo que te podés encontrar.
El director Tomas Alfredson (Déjame entrar) la verdad que hizo un gran trabajo con esta adaptación de le Carré porque realmente supo trasladar a través de un lenguaje cinematográfico el tedio que representa fumarse una novela de este muchacho.
La idea de la trama no está mal e inclusive los primeros 15 minutos del film son interesantes.
Resulta que en la cúpula del MI-6, la central de inteligencia inglesa, se sospecha de un miembro importante que podría ser doble agente de los soviéticos. Entonces el personaje principal interpretado por Gary Oldman sale de su retiro para investigar este tema y llegar al traidor.
Este es un buen disparador para un conflicto de este tipo, sino fuera porque El Topo es una película sin emoción que parecería desarrollarse en el mundo de Alan Pauls, donde todos los personajes viven sus vidas en coma cuatro.
La manera antiséptica que el director Alfredson aborda las relaciones humanas entre los protagonistas genera que el interés por lo que sucede frente a la pantalla se desvanezca enseguida y esta producción se vuelva un bodrio.
Inclusive el trabajo de los actores sigue el mismo patrón con algunas escenas donde Gary Oldman y Colin Firth más que actuar parecen que estuvieran sedados.
En el fondo es un film que se esfuerza demasiado en tratar de destacarse como una obra compleja e inteligente, con una narración rebuscada, para desarrollar un conflicto que en realidad es muchísimo más simple de lo que parece.
El problema es que lo hacen confuso.
Uno recuerda esa joya tremenda sobre espionaje que dirigió Sydney Pollack en 1975, como Los tres días del cóndor (con Robert Redford), que era totalmente apasionante y te mantenía pegado a la pantalla sin la necesidad de hacer una obra pretenciosa y no deja de sorprender la impunidad con la que por estos días se regalan elogios como “obra maestra” o “logro cinematográfico” a cualquier película.
La gran paradoja es que el director Alfredson en este trabajo intentó evocar ese cine de los ´70, pero con una narración densa que se contrapone a las producciones que realizaban artistas como Pollack o Sydney Lumet en aquellos años.
El Topo, lejos de trabajar el género del thriller, en realidad es un film que se limita a retratar el mundo burocrático de los organismos de inteligencia, con personajes que abordan cuestiones de espionaje con la misma pasión que emprende su rutina el cajero de un banco.