Insuficiente para un homenaje
Sólo se destaca el trabajo de Oski Guzmán, como el tanguero Luis Cardei.
Recordar a Luis Cardei debería ser una obligación, igual que hacerlo de una forma que esté a la altura del personaje, y esto ocurre a medias en esta sólo bien intencionada biografía que repasa su vida desde la niñez, atormentado por la enfermedad (era hemofílico y las largas postraciones dejaron secuelas en su piernas, que le dificultaron el andar) y casi en simultáneo su pasión por la canción de Buenos Aires.
Gabriel Arregui, de quien algunos recuerdan Mataperros - primera experiencia en el largometraje, que fue estrenada hace poco menos de una década con mínima repercusión y contados elogios- aborda la historia verdadera del cantante de Villa Urquiza, dueño de un estilo muy personal, no obstante poco conocido por las mayorías tangueras. Cardei llegó a ser muy estimado, finalmente, por quienes supieron apreciar su forma de fraseo-susurro (hubo quienes llegaron a considerarlo un "nuevo" Goyeneche) y su tono gardeliano tan singular, como aquel que podía escucharse sólo en las reuniones arrabaleras de antaño.
Arregui se ajusta en forma excesiva a los esquemas más convencionales de este tipo de relatos, una serie de recuerdos ordenados más o menos cronológicamente que transporta a los protagonistas varias décadas atrás, para recrear, por ejemplo, la complicada niñez del personaje, en la que aparece su esforzada madre, y su padre, reconocido cantante de tangos de la década del 40, cuando todo parecía más feliz porque todavía quedaba mucho por descubrir, no obstante los tropiezos cada vez más frecuentes respecto a su endeble salud.
Buen trabajo
Desnivelado, reiterativo, por momentos encuadrado con poco criterio estético, obvio, son algunos de los calificativos que valen a la hora de definir esta nueva obra de Arregui. Queda claro que, como director, no parece haber superado las debilidades de aquel debut, sino por lo contrario profundizado en algunas.
Hay en El torcán algo digno para destacar: es el trabajo de Oski Guzmán, que se esfuerza no sólo por recrear con un mínimo parecido físico al auténtico Cardei, sino en empatarlo en sus gestos o en su decir, algo bastante complejo, tratándose de un artista tan particular y, por eso mismo, inolvidable, cuyo postergado y último reconocimiento por cantinas, bares, tres discos y una breve pero significativa participación en Sur , de Fernando Solanas, poco antes de su temprana muerte, en 2000 a los 55 años (víctima de hepatitis C, contagiada en un centro para hemofílicos), merecía un mejor tratamiento cinematográfico.