Un grupo de personas de clase alta se embarcan en un lujoso viaje en yate. La parejita de influencers, modelos. Matrimonios que han adquirido fortuna, otros que la han heredado. Una tripulación dispuesta a satisfacer todos los caprichos a bordo. Un capitán al que poco le importan los mismos... De esto trata la nueva película del sueco Ruben Östlund, quién ganó el Festival de Cine de Cannes por segunda vez.
Un yate que de un momento a otro queda naufragando a la deriva, y deja a sus ocupantes varados en una isla (supuestamente desierta), poniéndolos en igualdad de condiciones. Claramente estamos ante una parodia sobre las secuelas del capitalismo. Más allá de la crítica, al sueco se le nota el trazo grueso. La narración linda con el grotesco, una desnudez obvia y apabullante. Una lectura torpe que pretende profundidad, pero termina siendo tan o más frívola que sus protagonistas.