Indudablemente la multiplicidad de temas abordados por los documentales en la Argentina habla de un vasto catálogo temático cuyos andariveles principales, en estos últimos seis o siete años, pasan por una extensa mirada hacia los pueblos originarios y hacia la historia reciente de los ‘70 a esta parte. Por esta razón, la aparición de obras como “El triángulo rosa y la cura nazi para la homosexualidad” permite una revisión de tiempos más lejanos y de historias cuyo germen puede resultar curioso como punto de partida, para luego transformarse en algo más denso.
Nacho Steinberg y Esteban Jasper no escatimaron esfuerzos para tratar de llegar a fondo con la historia de Carl Vaernet, un médico danés de prácticas algo fuera de la ortodoxia que a partir del predominio de Hitler se une a las fuerzas de la SS por convicción y para tratar, en ese contexto, de probar que “la homosexualidad tiene cura” partiendo de la horrorosa base de que es una enfermedad.
El deseo de indagar es tal vez la condición sine qua non para construir un documental y esta co-dirección entrega precisamente eso. En principio trasladándose a los escenarios de los hechos (Dinamarca, campos de concentración, etc); luego describiendo, cuando es útil y aporta, el contexto primero y los usos y costumbres después. Da escalofríos el sistema de clasificación que los nazis tenían para diferenciar los prisioneros, parte del cual consistía en señalizar a la gente con triángulos de distinto color, de ahí parte del título der la producción.
El personaje en cuestión ha logrado zafar de sus propias filas, luego de las autoridades internacionales, para recalar en Argentina, en la ciudad de Buenos Aires, y para colmo con trabajo otorgado por alguien en el ministerio. Todo esto gracias a las ganas de los realizadores de poner toda la carne al asador, aunque una pata de la historia quede trunca merced al hermetismo de los descendientes.
“El triángulo rosa y la cura Nazi para la homosexualidad” tiene por resultado una película prolija, de buena factura técnica, que tiene como corolario una respuesta positiva frente al viejo axioma del género documenta,l que marca la diferencia entre lo que se sabía antes de entrar al cine y si quedó todo claro al salir. En este aspecto, cumple con creces.