La promesa de los muertos
Lamentablemente todavía se cuentan con los dedos de la mano películas de género en el actual panorama del cine argentino. Por eso si surgen propuestas ligadas directamente con un género específico -más allá de su suerte comercial- la mirada se pone más atenta a la hora del análisis pero no por ello menos rigurosa. Es por ese motivo que cuando se está en presencia de un film prolijo, bien narrado y sumamente atrapante -como esta ópera prima del realizador Nacho Garassino- es justo reflejarlo y celebrarlo sin exitismos de ninguna clase.
El antecedente nacional de películas que giran en torno a fugas carcelarias se remonta al film de Eduardo Mignona La fuga (2001), protagonizado entre otros por Miguel Ángel Solá. Luego de ese interesante exponente del policial a secas no se registran otros proyectos hasta la llegada de El túnel de los huesos, inspirado en un hecho real que toma como base la investigación periodística del reconocido Ricardo Ragendorfer (que le valiera en 1993 el premio Príncipe de Asturias) por su trabajo donde relata la fuga de la cárcel de Villa Devoto en 1991 llevada a cabo por 7 presidiarios que escaparon en un túnel cavado desde el hospital carcelario.
Más allá de lo espectacular de ese hecho policial que sorprendió a autoridades, funcionarios, periodistas especializados, la historia cobró otro significado a partir del testimonio de uno de los fugados que confió (fiel al cumplimiento de una promesa) en Ragendorfer y en su profesionalismo para contar una historia atravesada por leyendas y hallazgos escabrosos, los cuales casi desarticulan la fuga pero que sin dudas dejaron una huella en el inconsciente de los involucrados por reflotar viejos fantasmas de la historia más dura de la dictadura Argentina.
Con una estructura narrativa sencilla que fragmenta el relato en un presente constituido por el testimonio de Vulcano (gran interpretación de Raúl Taibo) frente a su interlocutor Ricardo Ragendorfer (Jorge Sesán) y un pasado que reconstruye los pormenores del plan, el guión de Nacho Garassino y Daniel Martucci respeta los cánones de todo film carcelario pero se concentra en una rica construcción de personajes, todos con sus matices y contradicciones que van marcando el rumbo de la historia.
Filmada en locaciones de la antigua cárcel de Caseros (el rodaje se extendió por cuatro semanas), espacio que hace mucho más atractiva la ficción, el director construye una trama sólida que avanza pausadamente sin dejar cabos sueltos teniendo en cuenta que al conocer el desenlace de antemano puede perderse interés por querer saber qué pasa. Ese no es el caso de El túnel de los huesos, debido al meticuloso derrotero por el que deberán transitar los siete personajes con las lealtades y traiciones a flor de piel y personalidades fuertes pero distintas unas de otras creándose un amplio espectro.
El mérito en la dirección de Nacho Garassino cuenta por partida doble no sólo por su manejo del espacio cinematográfico en las instalaciones de Caseros sino por saber manejar un reparto tan ecléctico donde se destaca el protagónico de Raúl Taibo en lo que sin dudas es el papel más importante de su carrera cinematográfica. Sin embargo, la elección del buen actor Jorge Sesán en el rol de Ragendorfer –el verdadero aparece en un cameo- no es adecuada para un papel que requería un actor con mayor experiencia y con una personalidad mucho más áspera para hacerlo creíble y convincente.
Uno de los pilares que apuntalan la trama es la idea de respetar los códigos para evitar traiciones entre los personajes y pareciera que ese postulado se trasladó al desarrollo de esta película porque su director -a consciencia- mantiene la verosimilitud de la historia de acuerdo a la mirada de Ricardo Ragendorfer y en todo momento renuncia a la tentación de imprimir mayor espectacularidad en la fuga propiamente dicha o en la resolución de situaciones cargadas de suspenso o tensión: algo que en este tipo de propuestas es muy difícil cumplir.